El movimiento islámico Hamas continuó este lunes con su campaña de lanzamiento de cohetes desde Gaza contra Israel, que amenaza con desembocar en un guerra abierta, horas después de que tres extremistas judíos confesaran haber quemado vivo a un joven palestino.

El brazo armado de Hamas reivindicó el lunes por la noche los disparos de “decenas de cohetes" hacia el sur de Israel, "respondiendo así a la agresión sionista”.

“Los cohetes son una reacción natural a los crímenes israelíes contra nuestro pueblo. Que el ocupante (israelí) comprenda bien el mensaje. No tememos sus amenazas”, advirtió por su parte el portavoz del Hamas en Gaza, Sami Abu Zuhri.

Según el Ejército israelí, más de 40 cohetes se lanzaron desde Gaza en una sola hora, de los cuales el sistema de defensa antimisiles israelí destruyó 12 en vuelo en el sur del país.

La aviación israelí respondió poco después a esos disparos con treinta ataques aéreos contra el sur de este enclave palestino, al este de Rafah, sin causar víctimas, según los servicios de seguridad del movimiento islamista.

Israel mató el domingo por la noche a ocho combatientes palestinos en otros ataques aéreos.

Por su parte, la televisión israelí indicó que el gabinete de seguridad de Israel había autorizado al Ejército “intensificar las represalias contra el Hamas”.

Dirigentes israelíes, citados por el canal privado 10, afirmaron que el Hamas había cruzado una “línea roja” y ahora iba a tener que “pagarlo”.

Cinco activistas de la rama militar del Hamas murieron en un ataque israelí contra un túnel en Rafah, al sur de Gaza, según testigos y los servicios de emergencias locales.

Además, un combatiente palestino falleció tras otro ataque israelí en un campo de entrenamiento de las brigadas de Al Qasam y un dron mató a dos miembros de los Comités de Resistencia Popular (CRP), cerca de un campo de refugiados.

Confiesan asesinato de joven palestino

Horas antes de los disparos de cohetes hacia Israel y los bombardeos israelíes en Gaza del lunes, una fuente cercana al caso había indicado que “tres de los seis sospechosos detenidos han confesado haber asesinado y quemado a Mohamed Abu Jedeir”.

Mohamed Abu Jedeir, de 16 años, fue secuestrado el 2 de julio en Jerusalén Este, la parte de la ciudad ocupada y anexada por el Estado de Israel. Su cadáver, que estaba totalmente calcinado, según el abogado de la familia, fue hallado horas después en la parte occidental de la ciudad.

Tras este hallazgo, palestinos habían acusado a ultraderechistas judíos de haberlo secuestrado y matado para vengarse del secuestro y el asesinato de tres estudiantes israelíes en la región de Hebrón, en la Cisjordania ocupada. 

Israel atribuyó a Hamas estos secuestros y asesinatos, pero el movimiento islamista negó estar involucrado en el rapto, si bien dijo apoyar “cualquier acto de resistencia contra la ocupación israelí”.

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y el presidente, Shimon Peres, llamaron por teléfono al padre del adolescente palestino asesinado. Netanyahu le expresó su “indignación” por este “abominable” asesinato y Peres su “vergüenza”.

En otras declaraciones públicas, Peres dijo: “¿Por qué secuestrar a un joven, matarlo, quemarlo hasta que se muera? No hay nada más elevado ni más exigente en la historia y el pensamiento judíos que el respeto de la vida humana”.

El asesinato del joven palestino había provocado nuevos episodios de violencia por segunda noche consecutiva en el norte del Estado de Israel. La mayoría de los incidentes se produjeron en la zona de Galilea donde se encuentran las ciudades de mayoría árabe. 

Las manifestaciones se convirtieron en protestas antirracistas, ya que la minoría árabe en Israel, que desciende de los 160.000 palestinos que se quedaron en sus tierras tras la creación del Estado de Israel en 1948, denuncia desde hace décadas discriminaciones en el empleo y la educación.

La crisis ha generado divergencias en la coalición de gobierno. Así, el ministro de Exteriores, Avigdor Lieberman, un halcón ultranacionalista, anunció el lunes que rompía su alianza con el partido Likud de Netanyahu, aunque sin abandonar el gobierno.