Las palabras del papa Francisco este domingo, que describió la matanza de armenios a manos del Imperio otomano durante la Primera Guerra Mundial como "el primer genocidio del siglo XX", ha provocado una dura respuesta diplomática del Gobierno turco, que ha llamado a consultas a su embajador en el Vaticano, después de convocar al nuncio papal en Ankara y entregarle una nota de protesta.
Para Turquía, utilizar el término "genocidio" ha creado "desilusión y tristeza"en el Gobierno turco y "abre la vía a la pérdida de confianza", señalaba la respuesta que altos cargos de Exteriores turcos entregaron al nuncio, Antonio Lucibello. Horas después, el embajador destinado en el Vaticano, Mehmet Paçaci, fue llamado a consultas.
Las palabras de Francisco, que son una cita de una alocución de Juan Pablo II en 2001, motivaron un intenso tráfico de llamadas entre Ankara y Mongolia, país donde se halla de viaje el ministro de Exteriores turco, Mevlüt Çavusoglu, y finalmente se decidió dar una respuesta diplomática dura al Vaticano.
Esta polémica se produce cuando faltan apenas 12 días para la conmemoración internacional del centenario del genocidio, el próximo 24 de abril. Ese día se prevén actos privados en Turquía por parte de la comunidad armenia de Estambul, mientras que el Gobierno se limitará probablemente a recordar que turcos y armenios combatían juntos en las filas del Imperio otomano en la Primera Guerra Mundial.
El pontífice clamó este domingo contra lo que consideró "el primer genocidio del siglo XX", el del pueblo armenio, un hecho que recomendó "no esconder" porque "negar el mal es como dejar que una herida continúe sangrando sin sanarla".
Sus palabras se produjeron durante el saludo inicial a las autoridades y fieles armenios que acudieron a la basílica vaticana para participar en una misa en la que se conmemoró el centenario del "martirio" de este pueblo por parte de las autoridades otomanas.
Jorge Bergoglio, con semblante serio, se dirigió a la asamblea para rememorar aquel "atroz y descabellado exterminio" que, parafraseando a san Juan Pablo II, calificó de "primer genocidio del siglo XX", seguido por los ejecutados por el nazismo y por el estalinismo.
Dijo que recordar a las personas que padecieron aquellos acontecimientos es "necesario e incluso obligatorio" porque "ahí donde no persiste la memoria significa que el mal mantiene aún la herida abierta". Y defendió que "esconder o negar el mal es como dejar que una herida continúe sangrando sin sanarla".
Tras las tragedias de la centuria pasada, el papa opinó que "parece que la humanidad no consigue dejar de derramar sangre inocente, como si el entusiasmo surgido tras la Segunda Guerra Mundial estuviera desapareciendo y disolviéndose".
"Parece que la familia humana rechace aprender de sus propios errores causados por la ley del terror. Y así, aún hoy, hay quien trata de eliminar a sus semejantes con la ayuda del silencio cómplice de otros que permanecen como espectadores", lamentó.
 

La "tercera guerra mundial por partes", en al actualidad

Francisco ha denunciado en múltiples ocasiones la "tercera guerra mundial por partes" que se vive en la actualidad, en un mundo marcado cotidianamente por "la locura de la destrucción" y por toda clase de "crímenes atroces y masacres sanguinarias".
Una suerte de "genocidio" a nivel global que, como ya evidenciara el pasado septiembre en el osario italiano de Redipuglia, "está provocado por la indiferencia general y colectiva, por el silencio cómplice de Caín que exclama '¡A mí qué me importa!'".
Cien años de un genocidio que Turquía no acepta

Con sus palabras, Francisco puso este domingo el acento sobre la polémica cuestión del genocidio armenio, iniciado hace un siglo, el 24 de abril de 1915, durante la Primera Guerra Mundial.
Fue entonces cuando las autoridades otomanas, del lado de Alemania, ordenaron la detención de centenares de armenios y se puso en marcha una masiva deportación de esta etnia.
Armenia, país independiente desde 1991 y situado en el Cáucaso meridional, estima que fueron exterminadas más de un millón y medio de personas entre 1915 y 1923 y otras 600.000 fueron deportadas, muchas de los cuales emigraron a Europa, América y Rusia.
En la actualidad Turquía, surgida de la desintegración del antiguo Imperio Otomano tras el conflicto, reconoce las masacres de armenios pero defiende que fueron daños colaterales de los combates en la frontera oriental de su territorio.
En ningún caso acepta la terminología de "genocidio", lo que ha provocado graves crisis diplomáticas entre ambos Estados a pesar de que numerosos países ya la han aceptado, entre ellos Argentina, Chile o Uruguay.
La cuestión es de capital importancia para Ankara ya que una de las condiciones impuestas por Bruselas para integrarse en la Unión Europea es el reconocimiento de dicho genocidio.