Al menos dos mil payasos participaron en su peregrinación anual a la Basílica de Guadalupe, según los organizadores -o entre 500 y 600, según la policía- provenientes de los estados de México, Puebla, Querétaro y Tlaxcala, e incluso desde naciones lejanas como Chile.
“El oficio es triste, incierto, pero por fuera siempre hay que estar alegre, ser exultante y vacilador, lo que no podría ser de otra manera si debe cumplir con la función de hacer reír a los demás”, comentó Chispita.
Entre malabares, chistes, cantos, oraciones, gritos, juguetes, música, cohetes y mucho ruido los artistas desfilaron desde la Glorieta de Peralvillo hasta la Insigne Basílica, convencidos de que su oficio es necesario para mantener la esperanza de un mundo mejor.
Luis Cárdenas, integrante del Club de Payasos de México y organizador de la marcha, aseveró que mientras puedan, mantendrán la tradición de peregrinar cada año porque las risas de los niños, quienes son sus principales seguidores, todo lo justifica, aún las penas, desesperanzas y tristezas de los propios payasos.
Unos tocando instrumentos musicales, otros a bordo de sus infaltables monociclos y muchos más exhibiendo sus habilidades, marcharon alegres en su trigésima peregrinación mientras atraían las miradas de transeúntes y automovilistas, quienes los observaban divertidos recordando quizá sus cumpleaños, graduaciones o fiestas.
La peregrinación concluyó con una misa oficiada por el padre Alberto Fonseca, del Movimiento Sacerdotal Mariano, quien los exhortó a mantener ante los demás su actitud alegre y festiva, propia de su oficio, ya que las penas particulares siempre las podrán exponer y platicar con Dios y la Virgen que aman a todos los que hacen el bien.
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