Ha cruzado a nado en dos ocasiones el Canal de la Mancha, puede dar brazada tras brazada de forma ininterrumpida durante más de 24 horas, ha soportado lo frío del Atlántico en las noches y los embates de sus olas durante el día, pero “aún me da miedo el agua”, confiesa Raquel Márquez Colín.

“Al mar lo respeto mucho y cada vez que entro en él, le pido que me trate bien, que me cuide, que sea bueno conmigo”, comentó Márquez Colín antes de volar a Europa para atravesar, de ida y vuelta (cualquier día entre el 20 y el 26 de agosto), el brazo oceánico que separa a Francia de Reino Unido.

La también profesora de inglés en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) indicó que para esa proeza se ha preparado arduamente durante dos años; todos los días va a la alberca y su contacto con el agua es tal que ha dejado de medir sus días en horas, ahora lo hace en kilómetros surcados.

Su tiempo lo divide en básicamente tres actividades: nadar, dar clases de idiomas en Ciudad Universitaria y prepararse mentalmente para soportar cualquier imprevisto que se le pueda presentar en el Canal.

“Hay quienes creen que esto último no es importante, pero en realidad lo es más de lo que cualquiera pueda imaginarse. Yo ya me hice a la idea de que estaré en el agua 30 horas y que nadaré, estilo croll, más de 100 kilómetros”, abundó según un comunicado de la UNAM.

La idea de cruzar el Canal de la Mancha llegó a Raquel desde el lugar más inesperado: la televisión. Una mañana de 2005, mientras desayunaba y veía un noticiario apareció una mujer que estaba a unos días de irse a Europa para recorrer ese trecho que divide a Reino Unido de Francia.

“Entonces pensé, ahí va una deportista más, de esas que no hacen otra cosa que entrenar, dormir y despertarse para volver a entrenar”, relató la atleta.

Sin embargo, el escepticismo de Raquel se transformó en sorpresa al momento en que la entrevistada narró su día a día: ir a la alberca, trabajar, hacer de comer… “Lo que ella describía no era muy diferente a mi vida”.

En 2008, justo un año después de cruzar el Canal por primera vez y a un año de hacerlo por segunda, Raquel fue diagnosticada con distonía de torsión, un padecimiento que provoca que los músculos se contraigan de manera involuntaria.

Estar así la hizo reflexionar sobre la enfermedad y la salud, sobre los límites del cuerpo, así que se involucró con una asociación que trataba a niños con cáncer y se preparó para nadar por ellos, para apoyarlos con un trasplante de médula ósea, recordó.

En esta ocasión la nadadora tiene pensado algo más: en éste, su tercer cruce, nadará para apoyar a pequeños con distonía de torsión, como parte de la campaña “Brazada abrazada”.