En promedio, de tres a cuatro niños desaparecen cada hora en nuestro país, según las últimas cifras obtenidas por el Senado de la República.
Lo mismo si es secuestro o robo, sustracción ilegal, extravío o huida voluntaria, los padres afectados coinciden en que se trata del dolor más lacerante con el cual apenas es posible sobrevivir… Un dolor multiplicado ante la indiferencia e incapacidad de autoridades, en especial de la Procuraduría General de la República.
Aunque a principios del mes pasado el gobierno federal formalizó la inclusión de México al proyecto “Alerta Amber”, cuyo objetivo es conformar una red institucional para la búsqueda temprana y localización de menores, además del desdén de instancias policiales y ministeriales, el problema encierra falta de legislación en la materia y de una base de datos confiable, así como métodos sofisticados de enganche y rapto por parte del crimen organizado.
Hoy, señalan asociaciones y centros dedicados a la recuperación de víctimas, la mayor incidencia apunta a bebés y a chicas adolescentes a quienes se les sigue el rastro en células dedicadas a la trata de personas.
“El mayor número de reportes que nos llegan son de niños o bebés robados en hospitales y de jovencitas entre 12 y 18 años desaparecidas en diversos puntos del país, casi a diario nos enteramos de un caso de este tipo”, describe María Elena Solís, fundadora y presidenta de la Asociación Mexicana de Niños Robados y Desaparecidos, quien durante 15 años de trabajo ha ayudado a que más de mil niños regresen a sus hogares.
Las malas noticias llegan de todos los estados, de sur a norte, sin distinción.