Rafael Navarro González, investigador del Instituto de Ciencias Nucleares de la UNAM, es uno de los científicos detrás de la misión Curiosity que llegó a Marte este lunes 6 de agosto.
 
Buscar vida en Marte había sido descartado por la agencia espacial estadounidense después de las misiones Vikingo en los años 70, pero el especialista mexicano demostró con un experimento que los análisis de esas misiones pueden estar equivocados.
 
“Descubrimos qué fue lo que impidió que se detectara materia en las misiones anteriores. Nuestra colaboración hizo que se modificara el diseño para evitar incurrir en las mismas fallas”, precisó el científico en un comunicado.
 
El especialista de la UNAM cuestionó los datos de las misiones Vikingo al conocer los resultados de Phoenix, una sonda lanzada en agosto de 2007 para estudiar el ártico marciano que detectó compuestos a base de cloro.
 
Gracias a un estudio publicado por Navarro en la revista Journal of Geophysical Research-Planets, la NASA volvió a considerar la posibilidad de buscar materia orgánica en el llamado Planeta Rojo y se abrió un nuevo capítulo en la exploración espacial que permite al Curiosity aterrizar ahora en ese planeta.
 
La misión despegó de la Estación Cabo Cañaveral de la Fuerza Aérea, el 10 de noviembre de 2011. Uno de sus objetivos principales es buscar materia orgánica en el planeta rojo, componente esencial en todas las formas de vida que conocemos.
 
Durante el descenso, que duró aproximadamente siete minutos, Curiosity realizó una serie de procesos muy complicados, incluidos cambios en la configuración del vehículo. Debido a esto, se suspendió momentáneamente la comunicación con el robot. Para el equipo en la Tierra, estos instantes de incertidumbre fueron la parte más tensa de la misión tras el despegue.
 
Después de tocar terreno, Curiosity comenzó a comunicarse con la Tierra para informar que todo había salido bien. El robot llegó a una región conocida como el Cráter Gale. En éste hay una elevación de cinco kilómetros de alto en el centro, llamada Montaña Sharp.
 
La primera tarea del Curiosity consiste en acercarse a ésta tan pronto como le sea posible. Para que pueda lograrlo, en junio de 2012 se corrigió la trayectoria de la nave, lo que le permitió descender más cerca de su objetivo.
 
De acuerdo con Navarro González, esto es de suma importancia, pues “se reducirá a la mitad el camino que recorrerá el robot para llegar a la Montaña Sharp”. Así, evitará los peligros que pudiera encontrar al desplazarse grandes distancias por el terreno marciano, y además se optimizarán los tiempos de la misión.
 
El robot es capaz de pasar sobre obstáculos de hasta 65 centímetros de altura y de recorrer un máximo de 200 metros al día en el terreno marciano, mientras obtiene su energía de un isótopo radioactivo. Al no depender de la energía solar, no detendrá sus actividades durante la noche.
 
El Curiosity, cuyo nombre oficial es Mars Sience Laboratory (MSL), es un vehículo robot casi cinco veces más pesado que sus predecesores, llamados Spirit y Opportunity, lanzados en 2003. En su interior lleva un laboratorio móvil que le permitirá hacer pruebas en distintos puntos de la superficie de Marte, para determinar si el ambiente del planeta fue o es propicio para albergar vida microbiana.