Los honores a la bandera en la Plaza de la Victoria le devolvieron a la ceremonia su talante nacionalista.
El gobernador Rafael Moreno Valle tañó una campana instalada exprofeso obligando al esfuerzo auditivo. El cambio de Pablo Montero por la parafernalia patriótica ocasionó un rutinario desfase. Los corazones pop de la Puebla morenovallista festejaron a la patria como se merece. Esa patria wannabe.
Las dos Pueblas en un round por el poder volvieron el festejo popular del Grito la escenografía de sus guiños y desencuentros. En los Fuertes, la solidez vocal de Fernando de la Mora; Paulina Rubio como en un menor rango barroco que prolonga el repetitivo sueño del pop reemplazó a La Corregidora, Josefa Ortiz de Domínguez; el baño de fuegos artificiales que serpenteó en el cielo de Los Fuertes; la ronroneante voz de Pablo Montero, cuyo adminículo nacionalista fue el mariachi y la cena exclusiva para la clase política local contrastaron con el entusiasmo clasemediero.
Entre los reflectores y el poder los mensajes en la disputa por la capital del país rumbo al 2013 ni siquiera cifraron sus mensajes, los dos grupos de poder articularon sus festejos a contra voz. El sueño futurista de la modernidad angelopolitana, eslogan perenne y cómodo de un “porvenir” inmejorable frente a la visión doctrinaria de la política.
La artista pop Paulina Rubio, con su conocida melcocha lírica y sus “miradas apasionadas”; juegos pirotécnicos que iluminaron la lluviosa noche, una arenga nacionalista ad hoc, y cena VIP en la remozada instalación del Fuerte de Guadalupe a donde la clase política reconciliada con el poder estatal en turno se unió con regocijo más que institucional.
La breve estancia en el palacio municipal, un santiamén basta para establecer las jerarquías y demoler el municipalismo, los suficientes para ondear la bandera y corear los “vivas” patrióticos. Con paso veloz, el gobernador abandonó el Charlie Hall dirigiéndose a la llamada Plaza de la Victoria donde izó una bandera monumental, y emulando a los héroes independentistas tocó una campana. Con toda diligencia, el abrumador festejo en Los Fuertes superó esos “gritos” de palacio con gobernadores priistas que se daban su baño de pueblo y al salir del mismo caminaban por los portales y en familia se echaban sus chalupas.
El “juego de vencidas” en el que se convirtió el Grito demostró la vocación coreográfica de la clase política gobernante.
Horas antes del evento, en redes sociales circularon denuncias sobre la asistencia forzada y el paso de lista a la ceremonia en la zona de Los Fuertes para burócratas estatales.