Era Thalía
La desaparición de la joven de apenas 23 años, asesinada y encontrada en pedazos cerca de la vía Atlixcayotl sólo me hace pensar en un par de cosas.
La primera, el inimaginable dolor que deben sentir sus padres por la muerte de su hija y la manera en la que perdió la vida, sin dejar de lado las semanas de angustia, incertidumbre y sufrimiento por la desaparición de la estudiante de la UAP y recibir la noticia en la se confirmó lo que ya parecía una realidad, “el ADN del cuerpo encontrado el pasado 22 de julio corresponde al de Thalía Martínez Ramírez”.
Y la segunda, el hecho de saber que en verdad existen personas que tienen la sangre de cometer dicha atrocidad, independientemente de los absurdos motivos que en su interior haya tenido.
Quién puede no sólo matar a otro ser humano, sino cortar en pedazos el cuerpo para luego arrojarlo en bolsas a un terreno baldío como si fuera comida podrida que alimente a los buitres.
Evidentemente los hechos rebasan cualquier acto de delincuencia o maldad. Para la psicoterapeuta Angélica Blanco, el móvil del crimen va más allá de lo que resuelvan las autoridades. La especialista plantea la posibilidad de que exista una “patología donde el criminal se desestructuró al grado de perder su identidad y el contacto con la realidad”.
Este tipo de atrocidades, según explica, son resultado de una historia personal en la que presuntamente no hubo soporte ni contención emocional; por lo contrario, se habla de una historia llena de violencia al grado de provocar en algún punto de la vida adulta una desconexión e insensibilidad.
Por otra parte, este fin de semana trascendió que las líneas de investigación de la Procuraduría podrían estar enfocadas a una relación de pareja que sostuvo la víctima, pues presuntamente padecía de reclamos provocados por celos.
Independientemente del móvil, la realidad es que las autoridades tienen la responsabilidad de dar con el responsable. La muerte de una joven estudiante no puede quedar impune. Nuestra obligación es exigir a las autoridades que Puebla no se convierta en una ciudad dónde el feminicidio se convierta en una constante y perdamos la capacidad de asombro ante un hecho tan deleznable como el caso Thalía.
Por cierto, la tipificación del feminicidio sólo existe en los estados de México, Tamaulipas, Distrito Federal, Guerrero, Guanajuato y Morelos.
¿Y Puebla cuándo?
Habrá que pedírselo al gobernador Rafael Moreno Valle, para que se los ordene a sus 41 empleados del Congreso Local, a quienes les dicen diputados.
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