Aunque algunos priistas se rasguen las vestiduras por la alianza de su partido con el partido de la maestra Gordillo, es innegable que en Puebla en términos prácticos garantizaron miles de votos en favor de Enrique Peña Nieto.
Para el PRI nacional, el acuerdo con Puebla fue una jugada maestra.
Si bien es cierto que un aspirante al Senado quedará injustamente marginado al ceder la segunda posición de la fórmula a Guillermo Aréchiga, también es cierto que cierran la posibilidad de que el gobernador envíe a un candidato cercano al Senado por Acción Nacional.
Para nadie es un secreto que el hombre más cercano a Rafael Moreno Valle, es su secretario general de Gobierno, Fernando Manzanilla, a quien no pondría en riesgo por ningún motivo.
Si el PRI no hubiera incluido al candidato de la maestra Elba Esther en la fórmula senatorial, y por el contrario hubiese incluido a Blanca Alcalá —por citar un ejemplo—, el gobernador poblano se encontraría libre de compromisos para impulsar a Manzanilla o a cualquiera de sus hombres de confianza.
Ante la alianza PRI-Panal, las circunstancias obligarán a Moreno Valle a respaldar al elegido por la maestra para convertirlo en senador.
Cuando se conozcan los nombres de los miembros de la fórmula panista al Senado, se confirmará esta hipótesis.
No duden que aparezca un morenovallista venido a menos como Pablo Rodríguez en la fórmula, y que el otro nombre provenga del apoyo de quien sea el candidato presidencial panista, que en caso de ser Josefina Vázquez Mota la fórmula puede completarla Augusta Díaz de Rivera, y si Calderón logra imponer a Ernesto Córdero el beneficiado puede ser Javier Lozano Alarcón.
Y aunque me digan algunos ilusos que en el PAN sus procesos son democráticos, la realidad es que cada día se parecen más al PRI.
La minirebelión priista
Si partimos de la base de que en términos numéricos el amarre Peña-Gordillo puede representar tan solo en Puebla unos 200 mil votos de diferencia con relación al candidato blanquiazul, podemos imaginar lo que representa para el PRI nacional la rebelión de algunos priistas en Puebla.
Con todos los beneficios que implica para el tricolor la alianza con Nueva Alianza, me parece que las amenazas de personajes como Alejandro Armenta, Enrique Doger, Víctor Giorgana e Ignacio Mier no generan preocupación alguna para la cúpula priista.
Si este cuarteto piensa que Enrique Peña y su equipo cercano no duermen por su amenaza de abandono, permítanme soltar una carcajada.
Me queda claro que cuando Peña Nieto se entere de esta “minirebelión”, esbozará una sonrisa y pedirá a un propio que hable con ellos para que los aplaque.
Y sin jugarle al adivino, desde ahora les anticipo que se aplacarán.
Ningún priista en su sano juicio va a abandonar a su partido cuando están más cerca que nunca de recuperar la Presidencia.
Y si no, al tiempo.
Contracara