En medio de una inusual o demasiada actividad política —diría mucha— en Puebla se prepara el primer Informe de Gobierno, mismo que será entregado al Congreso del Estado y el domingo que viene, en un evento diferente a los anteriores por muchas razones, el gobernante en turno leerá un mensaje a los poblanos.
Primero: La ciudad ha vuelto a tomar su ritmo normal de ajetreo, aún más por la entrada de los estudiantes a las escuelas y universidades. Segundo: hace tres días estuvo por estas tierras el “delfín” del presidente Felipe Calderón Hinojosa, Ernesto Cordero, para promoverse en dos eventos muy grises, sin las grandes masas panistas-yunquistas. Tercero: ayer vino a nuestra ciudad Enrique Peña Nieto, el candidato único del PRI, en un estado en donde dejaron de gobernar pero importante por sus votos y en donde la estructura priista la mantienen aún viva. Cuarto: para este viernes dos grandes obras e importantes para la UAP serán inauguradas por el rector y el propio gobernador. La Biblioteca Central y el Estadio Universitario mostrarán el trabajo y la fuerza del principal líder universitario, Enrique Agüera Ibáñez. Quinto y último: El próximo domingo en un evento de masas, el actual gobernante poblano enviará entrelíneas lo que piensa hacer hoy y en los próximos años.
Para seguir con este rollo, diré que así entiendo esto del primer gobierno de coalición: Después de varios sexenios de gobiernos priistas en el estado, la alternancia se dio en el pasado proceso electoral de julio de 2010. Una coalición interesante de partidos con orígenes políticos diferentes entre sí acordó marchar juntos para derrotar en las urnas al viejo modelo de gobierno único en la entidad.
Fue un ensayo interesante de estas coaliciones multicolores y funcionó bien en Oaxaca, Sinaloa y Puebla, mas no en otros estados como Veracruz e Hidalgo. Uno de los objetivos fundamentales era ganar y aislar a los grupos de poder del tricolor con rasgos autoritarios, “caciquiles” y con formas patrimonialistas en el ejercicio del poder.
Fue la única vía legal y política para ganarle gobiernos al PRI y de esta forma equilibrar las fuerzas partidarias en el país. Conjuntamente con lo anterior, hasta donde puedo avizorar, debía servir la coalición para detener el autoritarismo, la soberbia, los actos ilegales y el crecimiento económico de los diferentes grupos políticos que tenían el poder. Sobre todo, para evitar que llegaran con fuerza en la actual coyuntura electoral de este 2012.
Los partidos opositores encorchetaron sus diferencias ideológicas, para darle paso a la alternancia. Entre la izquierda que avaló estos compromisos, se pensó que estos grupos autoritarios imponían sus intereses particulares dejando de lado sus obligaciones públicas y de servicio, dejando sin atender muchos problemas sociales y ahondando las desigualdades, dejaron de gobernar para bien y prefirieron administrar en beneficio propio.
Entre la propia izquierda estas coaliciones generaron demasiado ruido, fueron severamente cuestionadas, sin embargo no tenían otra vía posible para acceder al gobierno. La oposición por sí misma no tenía posibilidad alguna de ganar, era entre el continuismo del propio PRI o la oportunidad a un nuevo proyecto.
El viejo modelo se agotó, el tejido social se debilito, las instituciones se volvieron obsoletas y los poblanos necesitaban nuevos vientos de cambio. Las aspiraciones de los diversos sectores sociales, cansados y hartos del abuso, lo mismo pesaron en el ánimo colectivo.
Alejar del poder al Revolucionario Institucional no era una batalla ideológica, como ayer lo suponíamos desde el flanco de la izquierda, significaba una lucha más inteligente para dar inicio a todo un conjunto de transformaciones.
No era posible comprender cómo después de tantas décadas de gobiernos oficiales en muchos frentes sociales y económicos las cosas siguieran igual. Las administraciones priistas nunca explicaron el manejo de los grandes recursos públicos y su destino, ahí siguen las deudas sociales y los altos grados de desigualdad que han evitado tener un estado próspero, desarrollado y competitivo.
Al gobierno de esta primera alternancia es obvio que le faltan lecturas y compromisos por cumplir. Está bien calificado, pero no es lo fundamental, los poblanos necesitan soluciones de fondo, requieren de participar y necesitan trabajo o empleos que les permitan llevar de comer a sus casas.
Quien nos gobierna no tiene problemas de carácter ideológico o responde a ellos, así lo ha dejado ver. Los grandes y complejos problemas que tiene el estado requieren de acciones inmediatas, más no de discusiones ideáticas. Creo que la coalición ha cumplido uno de sus objetivos, ahora cada partido debe de asumir sus responsabilidades y en consecuencia actuar. Pactar, acordar, negociar y consensuar con la oposición son elementos necesarios para “blindar” la gobernabilidad. Pero se requiere desmontar gradualmente los vestigios de los regímenes del pasado para empezar a construir nuevos cimientos, no se trata de polarizar con nadie pero la transición lo requiere para evitar el regreso del autoritarismo.
Hay fortalezas y debilidades en este primer año del gobierno de la alternancia, demandas como la generación de empleos y mejores prestaciones sociales son una de ellas; más seguridad y una mejor impartición de la justicia es otra; buena educación y más salud siguen siendo una tarea pendiente, así como terminar con la corrupción y lograr una mejor eficacia en las políticas públicas del gobierno son solo algunas.
La izquierda debe seguir empujando por las reformas y los cambios estructurales para beneficio de la gente. Debe de hacer su propio balance de un año en un gobierno de coalición y ser más activos para lograr ser una alternativa en Puebla, porque no lo es, sigue estando en un tercer lugar y los números no le son nada favorables entre los electores.