Pues dirán lo que quieran, pero Enrique Peña Nieto sigue siendo el político más popular, asediado y perseguido por el género femenino. Si habla o no, si sonríe o no, si se equivoca o no, es algo que desafortunadamente para muchos y afortunadamente para él —y su partido— a la mayoría de las mujeres no les importa (me incluyo, lo confieso).
Aunque podría parecer absurdo lo que escribo, la verdad es que mi padre solía decir: "siempre puede más un par de tetas que un par de bueyes”, y como buen viejo lo aplicaba en ambos géneros.
El fenómeno que se registró ayer en Puebla con la visita del aspirante a presidente de México, no deja lugar a dudas respecto al comportamiento que podemos tener las mujeres ante una manifestación basada en las hormonas.
“¡Jesús!”, dirían por ahí. Pero es cierto. No sólo les pasa a los hombres.
Aceptémoslo.
Durante el encuentro de Enrique Peña Nieto con los distintos sectores del PRI en los salones, convertidos en uno solo, del Centro de Convenciones, más de la mitad de los presentes pertenecía al género femenino. Apenas y anunciaron la intervención del candidato y los gritos desesperados de las féminas se dejaron oír como en un concierto del apuesto cantante del momento (elija usted a su favorito).
Lo más curioso es que Puebla es considerada una sociedad reservada, moralista, religiosa, “mochila”, ¡vaya! Teoría dicha por el poblano mismo. Y un sujeto que podría considerarse como un hombre promedio (dentro del grupo de los guapos, claro) con la máxima aspiración de cualquier político, con apenas un ápice —dicen algunos— de inteligencia, provoque eso en las siempre bien portadas féminas de esta ciudad.
Las poblanas, por cierto de todas las clases sociales, se abalanzaron sobre él con la simple intención de tenerlo cerca, de tocarlo, de olerlo. No exagero. Había que estar ahí para darse cuenta de la revolución de feromonas que provocó el “Golden Boy” y él sabe cuál es su mejor virtud y la utiliza. Se deja querer, abrazar, manosear, fotografiar.
¿Cree usted que eso no influirá en la decisión del voto?
La ineptitud literaria, política, económica o cualquiera otra que pueda padecer el exgobernador del Estado de México, no será suficiente motivo para bajarlo de los índices de popularidad en los que se encuentra, pues su público es un electorado acostumbrado a ver programas en la televisión como La Rosa de Guadalupe. Sus detractores deberán pensar en algo más efectivo.
Triste o no, indignante o no, esta es nuestra realidad. Y Peña Nieto, leído o no, parece que tiene exactamente lo que a las mujeres nos gusta: sex appeal.