La amenaza que lanzó al aire Javier López Zavala en cuanto a que desistiría de su aspiración senatorial, en caso de no encabezar la fórmula priista, puede ser el pretexto que buscaba la dirigencia nacional de su partido para sacudirse, de una vez por todas, el fantasma del marinismo.
Para nadie es un secreto que el candidato presidencial Enrique Peña Nieto busca perfiles limpios para que lo acompañen en las boletas electorales, particularmente en estados como Puebla, donde el descrédito electoral de algunos personajes pudieran manchar su carrera hacia Los Pinos.
Pero vayamos al fondo del asunto.
La postura de Zavala va mucho mas allá del orgullo de ser primero o segundo en la fórmula tricolor.
La realidad es que el capricho del excandidato al gobierno del estado revela la inseguridad que tiene de ir a una elección obligado a ganarla.
Si fueran reales el capital político y la estructura electoral que tanto presume, no tendría inconveniente en aparecer de manera indistinta en la fórmula senatorial.
Sin embargo, todas esas dudas lo impulsaron a lanzar la amenaza de abandonar su aspiración en caso de no ser el primero de la dupla.
Un priista indignado me dijo ayer: “¡Qué fácil! Pierdes la gubernatura y después te aseguran una senaduría como primero de la fórmula. ¡Que no mame!”
Y no le falta razón. La impotencia de los priistas ajenos a los millonarios beneficios de la cúpula que gobernó en el último sexenio ha hecho crecer un resentimiento hacia los responsables de esa derrota.
Basta con abrir los oídos un rato para darse cuenta que existe un repudio hacia las figuras responsables de la derrota del 4 de julio de 2010.
Y aunque no es el único, es innegable que junto con Mario Marín son los más representativos.
Por más que lo intenten, no pueden tapar el sol con un dedo.
El cinismo de Rosalío
Tras la derrota de 2010 muchos priistas buscaron desesperadamente colocarse en las listas de aspirantes a las diputaciones federales.
Un caso que refleja la hambruna de algunos militantes del PRI se presenta en el distrito de Ajalpan en donde existían cuando menos una docena de aspirantes.
En cuanto les informaron que la candidatura de Ajalpan sería para el Panal, la mayoría salió huyendo buscando un nuevo partido.
Uno de los roedores que abandonó el barco fue Rosalío Zanatta Vidaurri, quien tras ser despreciado por el PAN se apuntó como precandidato del Partido del Trabajo por ese mismo distrito.
Existen pruebas documentales del IFE en donde aparece su nombre en la lista de precandidatos del PT por Ajalpan.
Sin importarle las evidencias de su traición partidista, el tal Rosalío salió corriendo de su casa la mañana del sábado para registrarse como precandidato priista, una vez que le avisaron de la ruptura del PRI con el Panal.
y así, con un enorme cinismo, dijo estar listo para pelear por la candidatura tricolor.
Seguramente, en su discurso de registro hablará de sus principios de lealtad hacia su partido.
No cabe duda que la película La Ley de Herodes se quedó cortita comparada con estos especímenes.
Contracara