Ríos de tinta se han dedicado para narrar la pugna que sostienen Javier López Zavala, Blanca Alcalá, Fernando Morales y Alejandro Armenta para convertirse en los candidatos al Senado por el PRI.
A todos los interesados en política nos queda claro el nivel que ha alcanzado esta guerra entre el cuarteto de suspirantes quienes se han dado con todo, tanto en el terreno mediático como en el clandestino.
Ante esta guerra de descalificaciones vale la pena hacer un breve estudio de lo que —en términos reales y prácticos— representan las dos sillas senatoriales. De entrada, hay que hacer un recuento de lo que ha servido a los poblanos el que sea uno u otro personaje el que nos represente en el Palacio de Xicohténcatl.
Si vamos a la historia, nos daremos cuenta que salvo algún caso excepcional los senadores no representan ningún beneficio directo para los poblanos. En sentido contrario, los senadores aprovechan su cargo para fines y proyectos meramente personales. Revisando la lista de los gobernadores de todo el país, tenemos que más de la mitad fueron senadores, incluido Rafael Moreno Valle.
Los invito a hacer un ejercicio y créanme que se van a sorprender de la cantidad de senadores que terminan siendo gobernadores. Realmente, las senadurías son trampolines políticos para brincar de manera directa al siguiente escalón político, que no es otro que convertirse en gobernador de sus respectivos estados.
Así las cosas, nos debe quedar claro que si Javier López Zavala está obsesionado en una senaduría no es por su “vocación de servicio”, sino el boleto para seguir soñando con gobernar alguna vez desde Casa Puebla; guajiro, pero sueño al fin.
De la misma forma, Blanca Alcalá tiene las mismas apetencias y sabe que el hecho de alcanzar el Senado le dará una posición de privilegio para cuando el PRI quiera gobernar de nuevo el estado.
Nada hace diferentes a Fernando Morales y Alejandro Armenta, quienes saben que pueden ser las nuevas opciones en el PRI, y qué mejor plataforma que la del Senado de la República para hacer crecer sus proyectos políticos.
Y al igual que los priistas, los suspirantes panistas y perredistas sueñan desde ahora con alcanzar el Senado, para de ahí catapultarse hasta la casona de Los Fuertes.
O acaso ¿alguien se traga el cuento de la vocación de servicio para el beneficio de los poblanos?
Lo único importante es alcanzar la gubernatura, con todos los beneficios políticos y financieros que ésta implica.
Lo demás es lo de menos.
El cochinero es poblano
Aunque el gobernador Moreno Valle asegura que la imagen de los poblanos a nivel nacional ha cambiado tras su llegada al poder, la realidad es otra. Para muestra la columna de Adrián Trejo publicada el día de ayer en el periódico La Razón. Veamos.
El “cochinero” es azul
Opinión La Razón
Adrián Trejo
¡Vaya con los precandidatos panistas con mañas que sólo se conocían a priistas y perredistas!
La publicación de que en Puebla —¿por qué será en ese estado precisamente?—, un funcionario local reparte despensas a cambio de que los adherentes y militantes del PAN voten por Ernesto Cordero y la publicación de una grabación en la que se escucha la voz de la delegada del Instituto Nacional de Migración (INM) Rocío Sánchez de la Vega ofrecer “incentivos” a cada funcionario que lleve “más de 13 votantes” a favor del ex secretario de Hacienda, colocan la elección del 5 de febrero a nivel de un cochinero.
Las revelaciones no sólo afectan al PAN y al propio Cordero, desde luego, que se ve como un político desesperado dispuesto a hacer lo que sea para ganar, sino al propio presidente Felipe Calderón, a quien dentro del propio partido ven como el principal promotor del ex titular de Hacienda.
Si Cordero gana el domingo próximo la candidatura panista, en el camino sus simpatizantes han ido dejando demasiado lodo como para que proceda una impugnación de los derrotados.
Por eso es de vital importancia los amarres que la dirección nacional del Partido —la real y la formal—, logren los compromisos necesarios para que el resultado del “ejercicio democrático” del domingo no termine en ser una mala copia de cualquier elección perredista.
Tras la elocuente columna, me queda claro que la “transformación de Puebla” vive de manera exclusiva en la mente de los nuevos gobernantes.
El trampolín del Senado
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