Hace unos días escribí en este espacio sobre la evidente descomposición del tejido social en nuestro México. La ausencia de valores, ideales, esperanza e incluso de fe, nos ha llevado a una crisis moral que se manifiesta a diario. Desconozco si el panorama sea irreversible, quiero pensar que no pero estoy segura de que gran parte de responsabilidad es de nosotros mismos y no solo de quien nos gobierna.
Por naturaleza el ser humano nace con la necesidad de creer en algo superior. Eso implica desde Dios y sus variantes hasta nuestra familia y por supuesto, los líderes políticos. Estos últimos no solo tienen la responsabilidad y la obligación de dar seguridad a millones de personas, sino que cobran un sueldo y muy alto. No entiendo esa maldita necedad de casi todos en plantear realidades absurdas y hasta de risa de un México inexistente. Por qué no plantarse frente a sus receptores y decir:
“Señores (y señoras para los que defienden el tema del género), México ha cambiado. Sí, estamos peor que nunca. La economía familiar va en declive, los niveles educativos son aberrantes, las políticas sociales hasta hoy aplicadas no sirven más que para engañar al prójimo y por si esto fuera poco la ambición de muchos de nosotros por llegar al poder ha distorsionado cualquier intención de sacar esto adelante.”
Aplausos, diría yo.
En primera instancia se le aplaudiría a lo que ya casi nadie tiene: sensatez. Esa misma que necesitamos recuperar de alguna manera para que todo empiece a tener sentido. Por qué insistir en engañar a millones y millones de personas que viven en la ignorancia, una ignorancia generada por los propios políticos para seguir abusando del que menos tiene.
No cree usted amable lector, que si por lo menos uno de todos estos mequetrefes que buscan convertirse en presidentes de México, independientemente del partido político al que pertenezcan, nos daría confianza de por lo menos creer.
No sería alentador escuchar, después de lo anterior, algo así como “no tengo idea exactamente de cómo componer este monstruo llamado México, no sé cómo parar la violencia, el hambre, el desempleo, la crisis económica, pero lo que sí sé es que se requiere de un trabajo en conjunto en el que todas y cada una de las fuerzas políticas integremos un equipo y trabajemos por salir adelante”.
No me fumé nada, se los juro. Es quizá que estas ideas sacadas de uno de esos cuentos de hadas que tanto me gustan son consecuencia de la urgente necesidad de que todo cambie. Y no será en este proceso electoral de donde surja “el mesías”, ni en el próximo y el próximo. Tal vez este sueño guajiro surja cuando nosotros, los ciudadanos, dejemos de ser cómplices de tanta basura y por fin exijamos a los gobernantes lo que en realidad merecemos.