México está en crisis. Sí, lo sabemos. Una crisis que se ha extendido en todos los sectores de la sociedad. No sólo carecemos de una estabilidad económica en nuestros bolsillos, no sólo padecemos de un mal sistema educativo, no sólo tenemos un sistema judicial corrupto y con ello el mayor numero de muertes relacionadas con el narcotráfico, sino que no percibimos, no palpamos o de plano no existen las verdaderas ganas de acabar con todo esto.
Pace que a los aspirantes a un cargo de elección popular en todos los niveles, dígase presidenciables, futuros senadores o diputados federales, no les importa ser parte de una competencia de bajo nivel en la que dan prioridad a objetivos personales y no a las necesidades urgentes de los ciudadanos.
Estamos un periodo denominado “intercampañas”, es decir, que aún no empiezan oficialmente pero todos ya se han dado hasta con la cubeta. Que si “El Peje” está enfermo (lo cual les aseguro es más falso que las promesas que escuchamos en tiempos electorales). Que si Josefina Vázquez Mota pretende que creamos que va al súper como la mayoría de las amas de casa de este país. Que si Enrique Peña Nieto tiene cerebro de cacahuate atrapado en un rostro de telenovela y… bueno, ni qué decir del señor aspirante a la presidencia del Panal, que no sólo parece sacado de una película de dibujos animados sino que empieza con el pie izquierdo.
Los más absurdo de todo es que los “aspirantes” creen que los ciudadanos, esos llamados “los de a pie” tienen tiempo y ganas de poner atención a este tipo de estupideces. Ellos (nosotros) están más preocupados por conservar su empleo, por que sus hijos puedan jugar en la calle como la mayoría de ellos lo hizo, en hacer un guardado para que cada mes se pueda pagar el aumento del gas, la gasolina y la canasta básica (aunque ya no sea completa).
A los ciudadanos “de a pie” no les importa si un candidato ofende o no al otro. Al ciudadano le importa saber cómo va a cumplir todas y cada una de las promesas hechas. Le aseguro que nadie pretende milagros, pero sí sería favorable que dejen de tratar a los mexicanos como imbéciles y empiecen por ser sensatos.
Sí, lo sé, es como pedirle peras al olmo, pero que no exageren. Somos un país con bajos niveles de educación, con índices de analfabetismo terribles, con una cultura que pareciera como sacada de una película de esas de blanco y negro, pero no por ello no observamos y razonamos cada vez mejor nuestro voto.