He estado pensando en estos días —sobre todo por las elecciones presidenciales— algunas ideas y me pregunto ¿quién debería dirigir al país: un líder, un estadista o un producto rentable?
Josefina Vázquez Mota, candidata del PAN y Enrique Peña Nieto del PRI, tienen el mismo origen social, su visión de país es de arriba hacia abajo, nunca han estado pisando tierra, nunca se la han jugado con los que trabajan para llevar el sustento a sus familias, con quienes sobreviven, con los que hacen grandes esfuerzos para sacar adelante a sus hijos, con quienes pagan sus impuestos o con los pequeños empresarios que cubren la nómina de sus pocos trabajadores.
No sufrieron o sufren las consecuencias de la pobreza o la desigualdad social, sólo la hablan y se sienten los muy indignados por su crudeza.
Ellos son hijos de un Estado de cosas que los benefició y privilegió, son herederos de un Estado de bienestar político, en donde sus partidos han tenido el patrimonio del poder. Que hoy no nos salgan con su rollo de que se sienten mal por tantos pobres en México.
Uno (PRI) tuvo más de 70 años en el poder y el otro (PAN) lleva más de 11 años. Ambos no pudieron y lograron evitar las grandes contradicciones sociales, menos aún los altos grados de pobreza rural y urbana entre nosotros. El rostro que seguimos mostrando es de injusticia e incertidumbre.
Por eso estoy convencido que tanto Peña Nieto como Vázquez Mota son dos productos políticos, más no dos líderes o estadistas que tengan la capacidad para sacarnos adelante. El priista es un producto muy rentable para los intereses de un monopolio televisivo y de otros grupos de poder económico. La panista dejó de ser un producto rentable, sólo es de autoconsumo para los grupos reaccionarios y para algunos empresarios beneficiados por el actual régimen.
Ninguno de estos dos aspirantes merece ser quien nos gobierne y conduzca como nación. No son dirigentes, mucho menos tienen las tablas para ser estadistas. No muestran altura de miras. Ambos tienen pensamientos cortos y una visión pequeña.
Este México no puede quedar en manos de un reducido conjunto de grandes intereses económicos, que con el tiempo trabajaron, invirtieron, delinearon, perfeccionaron, pulieron, apoyaron y cuidaron un producto electoral.
Hoy se ven en el poder, quieren el poder en México, por largos años lo han soñado, sienten que ha llegado su momento. El PAN y Josefina Vázquez Mota dejaron de ser redituables, quieren imponer su proyecto. El PRI es el medio, Peña Nieto el representante. Quienes quieren el país son otros.
Tal vez el verdadero peligro para los mexicanos sea el grupo compacto de interés antes señalado, o sea, los que siempre se han beneficiado del poder político, los que se han enriquecido brutalmente y los que se han “agandallado” todo en México.
No hay otra forma de entender el impulso que tiene Peña Nieto, tampoco de los grandes recursos económicos vistos en su campaña, menos aún de la promoción que tiene en las encuestas y la difusión mediática que se ve.
El mexiquense —quien firma sus compromisos y quien dice que cumplirá— resultó ser un buen producto político, muy redituable en el mercado electoral, pero con fecha de caducidad. Los que invierten en él no les gusta perder, quieren ganar.
Por otro lado, la oferta azul es mala, no pegó en el mercado, es impopular, nadie la quiere consumir, muchos le hacen el feo, hasta la envoltura es corriente.
Denme chance de comentar los últimos datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, en donde dice que la población ocupada en el sector informal de la economía es de 13 millones, 757 mil 650 personas, mientras que 2.3 millones no pudieron incorporarse al mercado laboral.
Luego aumentó el desempleo en un 4.62 por ciento durante el mes de marzo. Los jóvenes en México no encuentran chamba, los sueldos han perdido su valor y no son justos. La mayoría de los trabajadores no tienen prestaciones sociales y menos aún derechos de seguridad laboral.
Nuestra cruenta realidad sigue presente: somos más de 50 millones de pobres, las condiciones de desigualdad nos persiguen, no crecemos económicamente, pero algunos siguen de tercos sugiriendo que es mejor el PRI y el PAN.
No hay dinero, la gente no encuentra la forma de emplearse para obtener algo, se desesperan, necesitan un trabajo, darle de comer a sus familias.
La única salida que se avizora es optar por la candidatura progresista y democrática, con liderazgo social para cambiar todo de una vez.
Está claro, no queda mucho tiempo, tampoco hay espacio para las indefiniciones. El 1 de julio no se juegan muchas cosas, eso es falso, sólo está en juego una: rescatar y cambiar el país para recuperar la esperanza.