Las campañas empiezan a tomar la intensidad que necesitaban para generar el interés de quienes tienen en sus manos los resultados del 1 de julio: los electores. Este fin de semana fuimos testigos de manifestaciones que muestran, independientemente de su objetivo, la participación de los mexicanos.
Es una realidad que Enrique Peña Nieto lleva la delantera en todas las encuestas publicadas en los medios de comunicación, sin embargo a mitad del proceso electoral es evidente que las piezas empiezan a moverse. Sería irresponsable siquiera pensar que Andrés Manuel López Obrador no puede dar una sorpresa.
Sí, así como lo leyó y el mejor ejemplo es Puebla. Hace dos años, el candidato priista al gobierno del estado, Javier López Zavala, iba en el mejor de los casos hasta 20 puntos arriba del ahora mandatario Rafael Moreno Valle. Ninguna empresa de estudios demoscópicos le daba el triunfo al abanderado panista y todos sabemos los resultados.
Casi todos los líderes de los partidos o personajes involucrados en la estrategia electoral hablan de los casi 30 puntos en el aire que corresponde al sector de indecisos de los cuales, según los expertos apenas 10 por ciento decidirá su voto y participará el próximo 1 de julio.
¿Y qué me dice del voto antipriista? Sí, ese del elector pensante que cuando vea a su candidato favorito perdido le otorgue su sufragio a otro aspirante, pero bajo ninguna circunstancia a Enrique Peña Nieto.
Aún faltan poco menos de 40 días y nada, absolutamente nada está decidido.