El gobernador Rafael Moreno Valle llegó deslegitimado al desayuno del día de la Libertad de Expresión. Primero, por su insistencia de mantener la política de opacidad en sus gastos, como lo es la adquisición del helicóptero Agusta. Segundo, porque fue un desayuno al que sólo asistieron los representantes de los medios de comunicación afines a su gobierno y que, de antemano, los reporteros fueron advertidos de no realizar preguntas incómodas al gobernador.
Y la libertad de expresión, ¿dónde quedó?
Sin duda, el festejo del día de la Libertad de Expresión fue una farsa y una incongruencia por parte del gobierno estatal.
Por un lado, el morenovallismo trató dizque transparentar el manejo de los convenios publicitarios con los medios de comunicación locales. Mañosamente ordenó publicar cifras y montos que el sexenio marinista destinó, con el propósito de desacreditar a los medios que se mantienen críticos a su gestión gubernamental.
Pero no fue capaz de informar sobre los gastos desproporcionados que utiliza para promocionar su imagen en las cadenas de televisión nacional.
Y tampoco fue capaz de transparentar la compra del helicóptero que utiliza para transportarse y que es catalogado como un “Ferrari” con hélices.
¿Cuál libertad de expresión? Cuando un día antes de la celebración el gobernador Moreno Valle ordenó ejercer medidas coercitivas para que la Comisión de Acceso a la Información (CAIP) ceda a las presiones de su gobierno y haya resuelto que “el gobierno de Puebla entregó correctamente la información de los helicópteros en su posesión”.
Esto tiene un nombre, y no es otro más que incoherencia.
Sobretodo manipulación de la información para atacar a sus críticos y ocultar el despilfarro que realiza la elite en el gobierno.
Eso ¿es libertad de expresión?
Por supuesto que no.
El desayuno del día de la Libertad de Expresión fue una simulación, una estrategia de gobierno que ya es el sello característico del morenovallismo.
Así las cosas, no hay nada que festejar.
Nada que festejar
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