Al término de las elecciones que convirtieron a Rafael Moreno Valle en gobernador electo de Puebla, escribí sobre el futuro del engendro partidista que sirvió de trampolín para catapultar al ahora mandatario y, de paso, para sacar al PRI de Casa Puebla.
En ese entonces todo era felicidad entre las huestes morenovallistas, gracias al clima de optimismo generado por la apabullante victoria. Sin embargo, era evidente que las condiciones electorales de Puebla cambiarían drásticamente en cuanto pasaran los meses y se aproximara la elección presidencial. No se necesitaba tener una bola de cristal para presagiar el negro panorama que envolvería a Casa Puebla cuando se fuera aproximando el 1 de julio de 2012.
No faltaron los que desdeñaron mi vaticinio, sobre todo porque el exitoso pragmatismo de Moreno Valle lo convirtió en una especie de “gurú” político.
Era lógico que la ensalada de partidos políticos “cocinada” para ganar la gubernatura poblana se agriara 2 años después, cuando se cumpliera el plazo presidencial.
El primer aviso que el gobernador recibió fue el rompimiento con el líder del Partido Convergencia, José Juan Espinosa, quien decidió apostar por Andrés Manuel López Obrador, sin mostrar mayores temores a la fuerza del gobernador. Otro contratiempo fue la ruptura del Partido Nueva Alianza con el PRI, lo cual justificaría en buena medida el apoyo morenovallista a Peña Nieto, sin que su operación fuera tomada como una traición, al estar dentro de la alianza uno de los partidos que lo llevaron a la gubernatura.
El tercer imprevisto vino cuando el PAN definió que fuera Josefina Vázquez Mota la candidata, después de que la estructura estatal apostó abiertamente por Ernesto Cordero, dejando heridas abiertas en el panismo local y nacional.
En un cuarto enredo terminó convertido el presunto acuerdo con Enrique Peña Nieto, para dividir los distritos electorales para el PRI y el PAN, donde se asegura que desde Casa Puebla se designaron candidatos de uno y otro partido. Y el quinto, y más dramático, es el inesperado crecimiento del PRD en Puebla, provocando que Puebla sea una auténtica bomba de tiempo y en donde una victoria de López Obrador en Puebla dejaría en duda la capacidad de operación política del equipo morenovallista.
Sin duda, la muestra más clara de las complicaciones que esta elección ha traído para el gobernador es el discurso de López Obrador del sábado pasado en el parque Hermanos Serdán, donde el candidato de las izquierdas aseguró que Moreno Valle participó en una reunión de gobernadores priistas para respaldar a Peña Nieto.
Es tan evidente el enojo de AMLO, que hasta se dio tiempo para lanzar “indirectas muy directas”, al asegurar que en su gobierno los funcionarios no viajarán en helicópteros o aviones privados.
Para rematar, la detención de dos escoltas del candidato al Senado por el PAN, Javier Lozano Alarcón, por parte de un operativo comandado por el secretario de Seguridad Pública, Ardelio Vargas quien “casualmente” es el padre de la candidata del PRI en ese distrito, Guadalupe Vargas, es muestra de que los intereses de los funcionarios estatales tienen color y no precisamente el color de los partidos que conformaron la coalición Compromiso por Puebla, sino el tricolor.
De ahí que los próximos días sean determinantes para los planes futuros de Rafael Moreno Valle, quien ha dado muestra de sus habilidades políticas para recomponer sus escenarios.
En las próximas semanas la habilidad política del gobernador Moreno Valle estará a prueba, y del resultado dependerá su proyecto presidencial de 2018.
Veremos y diremos.