Si bien es cierto que a ningún ciudadano le tranquiliza saber que Puebla es presuntamente zona de alojamiento de los líderes, integrantes o familiares de los cárteles del país, también es importante destacar que eso no nos convierte en una entidad en donde impere la inseguridad.
El poblano por naturaleza propia y como parte de su característica formación (tengo 13 años viviendo en esta maravillosa ciudad y he aprendido a entenderlos) tiende a dimensionar historias que por fortuna no ha vivido realmente de cerca.
Las detenciones como la de personajes indeseables integrantes de sectores que han lastimado y vulnerado a nuestro país por razones que aún, ningún terrenal alcanza a entender pues no sólo se ha convertido en una lucha por dinero y poder sino en una masacre que pensamos sólo existía en las películas de pistoleros en las que sus personajes tienen el común denominador de la sangre fría.
Disminuyó la importancia de los hechos no en afán de avalar o proteger lo que los gobiernos tienen como obligación en el sentido de tranquilizar y dar seguridad a los poblanos, sino en la simple comparación de Puebla con otras entidades del país, principalmente el norte, (Soy originaria de Coahuila, lo he dicho y escrito en constantes ocasiones) en dónde no sólo habitan los líderes de los cárteles sino que ahí trabajan, se enfrentan, se matan y hasta capacitan a jóvenes con necesidad económica para convertirlos en delincuentes expertos.
Despertar con sonidos de balazos a escasas calles de la tuya. Salir al súper y desconocer si éste será cerrado, mientras realizas tus compras, por integrantes de organizaciones como los “Zetas” por el simple afán de interceptar a posibles enemigos. Construir sotanos en las escuelas para ocuparlos como refugio en caso de enfrentamientos violentos en plena calle o incluso ser literalmente secuestrado en un restaurante, bar o cine por que para tu mala suerte ese día a alguno de estos pillos se le ocurrió también salir a divertirse al mismo lugar que tú y tu familia, como pasa en la zona norte del país, aún estamos muy pero muy lejos de vivirlo y eso señores nos convierte en una entidad que aunque usted se niegue a creerlo, es de las más seguras y afortunadas de México.
La gran demanda no es la limpia de parques y jardines, ni los baches, ni la insuficiente plantilla de elementos de seguridad pública, ni el robo de llantas o espejos de los automóviles, la gran súplica es a Dios de salir de casa a trabajar y regresar sano y salvo.
Dígame usted, ¿si no estamos en el paraíso?
Animal Politico