La separación de Andrés Manuel López Obrador de las izquierdas de México fue una estrategia más del excandidato presidencial en su obsesión por controlar lo que cree como suyo: la izquierda en México.
La decisión no sorprendió a nadie. El anuncio que realizó el pasado domingo era sólo cuestión de tiempo y dependía evidentemente de los resultados del pasado 1 de julio. La derrota no sólo ha dejado en evidencia la verdadera personalidad del “Peje” quien aunque más sereno y tranquilo insiste en no reconocer lo que millones de mexicanos decidieron para el país.
La esquizofrenia es una enfermedad mental que se caracteriza por alteraciones en la percepción de la realidad, algo similar a lo que vive López Obrador quien insiste en que los mexicanos, todos, deseaban a su persona como presidente. Y es que no pongo en duda su nato liderazgo, tampoco la factibilidad de su proyecto político ni los miles y miles de seguidores con los que logra hacer ruido. Sin embargo, sigo pensando que si en verdad la decisión de la mayoría hubiera sido como él insiste, pese a las supuestas trampas, compra de votos y desvío de recursos, los votos en las urnas hubieran superado lo anterior.
La obsesión del “Peje” no ha terminado. Sin pensar en las consecuencias o incluso tenerlas claras, Andrés Manuel deja con su separación partidista a los partidos de izquierda en el gran riesgo de perder el registro. Movimiento Ciudadano y el Partido del Trabajo podrían dejar de existir, pues pese a que sus líderes insisten en que no habrá desbandada la realidad es que Morena capitalizará lo hecho en estos últimos meses. Andrés Manuel López Obrador no descansará hasta creer que logra sus objetivos. Su enfoque fuera de la realidad lo ha llevado a abandonar a los suyos y eso en plática siempre se paga. Al tiempo.
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