En este 2013 hay elecciones en 14 estados del país, donde se van a elegir a presidentes municipales y a los representantes populares de los congresos locales. Cada entidad tiene sus propias fórmulas para elegir a sus candidatos y por tanto sus muy particulares costumbres dentro del ejercicio político.
Pero hablemos de Tlaxcala, entidad que colinda con Puebla y que es prácticamente un hermano “chiquito” de nuestro estado. Para nadie es un secreto que dicha entidad se caracteriza principalmente por la su indiscutible creación de matadores de toros. La tauromaquia es una de sus principales riquezas y por ende tiene una de las más importantes aficiones en el país, considerado por muchos como el arte más complejo —por lo que implica— es desde mi particular punto de vista admirable, respetable y hasta envidiable el valor de quien por mero gusto se para en el ruedo y lidia con toros de media tonelada.
¿Pero se imagina usted a un torero de presidente municipal o diputado? Es claro que para dedicarse a la política en este país se requiere, entre muchas otras cosas, valor. Cualidad indiscutible en los matadores de toros. Pero de ahí a pretender administrar una ciudad o crear leyes para los habitantes de un estado (como es en este caso), eso sí es un absurdo.
Rafael Ortega, uno de los toreros más reconocidos e importantes para los tlaxcaltecas, quiere ser alcalde. Sí, así como lo lee. El originario de Apizaco levantó la mano y pretende ser postulado en su ciudad natal como aspirante a la presidencia municipal. Su indiscutible popularidad lo coloca en primer lugar en las encuestas no solo en conocimiento, sino en aceptación y confianza, sin embargo la duda acosa a quien esto escribe.
Rafael Ortega ¿tendrá conocimientos —básicos por lo menos— de la administración pública? No es que dude de la inteligencia del torero, sin embargo sus aspiraciones demuestran la grave crisis política no solo en Tlaxcala, sino en todo el país donde artistas, deportistas y ahora toreros han intentado (algunos con éxito) hacer lo que otros deberían.
Estar o no de acuerdo con la incursión de este tipo de personajes a las filas partidistas y por ende a las político-electorales que lo pueden llevar a ocupar un cargo de elección popular, evidencia la terrible decepción de los habitantes de este país quienes ya no confiamos en los que se supone sabían hacer las cosas y ahora optamos por personajes que cuentan con la suficiente popularidad como para obtener un voto.
En las próximas semanas quedarán concretadas las aspiraciones políticas del matador Ortega y con eso la evidencia de que en este país vamos de mal en peor.