Por fin esta noche concluyen las campañas electorales. Durante 90 días, los poblanos tuvimos oportunidad de ver lo que nunca antes en un proceso electoral: los excesos, extravagancias y riquezas de ambos candidatos a la presidencia municipal, Enrique Agüera, de la coalición 5 de Mayo, y Tony Gali, de Puebla Unida.
Ambos negaron las acusaciones en su contra. Los dos navegaron con bandera de inocencia y evitaron a toda costa atacarse directamente. Dejaron que sus equipos se subieran al ring y ellos, los candidatos, no se enfrentaron, al contrario, pareciera que se cuidaron mutuamente, como si un pacto secreto los limitara.
Gali y Agüera son millonarios. Nadie tiene duda. Uno más, uno menos; pero su circunstancia económica rebasa la de cualquier mexicano promedio y, aunque podría ser una ofensa, la realidad es que en la practicidad del ejercicio político es lo de menos. Quien llegue a la presidencia municipal de Puebla tendrá la obligación de trabajar en sus promesas pues, para su buena o mala suerte —depende del cristal con que se vea—, por primera y única vez tendremos una administración municipal de casi cinco años.
Uno, académico; el otro, funcionario, los aspirantes a la alcaldía están llenos de vicios en la administración pública y, aunque escuchamos que ambos tienen las mejores intenciones de mejorar la calidad de vida de quienes vivimos en la capital, del dicho al hecho hay mucho trecho.
El casi 30 por ciento de indecisos del padrón electoral aún tiene un periodo de tres días para decidir su voto. Será en ellos en quienes recaiga el triunfo o la derrota de alguno de los personajes que compiten. Lo cerrada de la elección obligará a ambos equipos a empeñarse el domingo en la movilización de las estructuras. Cualquiera, por lo menos hasta el día de hoy, puede ganar. El domingo por la noche sabremos.