Con el afán de ganar espacios mediáticos, la administración morenovallista se ha encargado de anunciar con bombos y platillos diversas mentiras que han venido cayendo por su propio peso.
De manera descarada, el Señor de los Cerros anunció que la rueda de la fortuna, a la que bautizó como la Estrella de Puebla, era la más grande del mundo, cuando sabemos que existen muchas otras con dimensiones mayores al armatoste colocado en Angelópolis.
La trampa —como ya todos sabemos— radicó en contratar a Record Guiness para que certificara que es la más grande del mundo, pero de las portátiles.
Es decir, para nuestra ruedota dejaron de ser competencia las ruedas gigantes como la de Londres, la cual duplica el diámetro y capacidad de la de Puebla; pasando a una división distinta, donde se encuentran todas las ruedas de pueblo, incluidas las de Atracciones Chavero y la de la kermés del Carmen.
En ese rubro, siéntanse orgullosos porque la Estrella de Puebla es, sin lugar a dudas, la más grande del mundo.
Comparativamente, es como decir que Valsequillo es el lago más grande del mundo, y explicar con letras chiquitas que sólo entre los que están altamente contaminados.
Con base en esa marca mundial, el gobierno de Puebla encontró infinidad de incautos e incautas, entre éstos a Guadalupe Loaeza, quien dedicó toda una crónica para adular a nuestro “visionario” gobernador por haber logrado semejante hazaña.
De ahí que el gasto de 400 millones de pesos esté plenamente justificado, porque por un Record Guiness bien vale gastar una fortuna.
Y aquí es en donde crece mi indignación.
Si de verdad Moreno Valle quería obtener el reconocimiento de una marca mundial para Puebla, ¿acaso no podía buscar algo verdaderamente majestuoso de lo que podamos sentirnos orgullosos?
Ese es el problema de quienes basan su poblanidad en un mero accidente en la ruta de una cigüeña.
Bastaba con poner los ojos en Cholula para recordar que los poblanos contamos con el basamento piramidal más grande del mundo.
Hay que recordar que la base de la gran pirámide de Cholula, o Tlachihualtépetl (del náhuatl “cerro hecho a mano”), tiene 400 metros por cada lado. 
Además, también es la pirámide más grande en volumen, con 4 millones 500mil m³ (cuatro millones quinientos mil metros cúbicos), y esa milenaria ciudad es una de las ciudades vivas más antiguas del orbe y que con menos de 400 millones de pesos se podía lograr una verdadera transformación de esta ciudad.
Cholula merece mucho más que un camellón de Angelópolis; lamentablemente, esos Pueblos Mágicos no generan los impactos mediáticos que les dan las obras de relumbrón que tanto se han popularizado en este sexenio.
Ojalá que alguno de los muchos asesores que abundan en la administración morenovallista le hagan ver que una ciudad con la riqueza de Cholula puede convertirse un detonante turístico dándole a Puebla una noche más de hotel por turista, a diferencia de la rueda y del teleférico, las cuales impactarán muy poco en términos de derrama económica.
¿Tienen ustedes una idea de lo que se podría hacer con 400 millones en una ciudad como Cholula?
La respuesta es obvia, y seguramente al lector le indigna tanto como a mí.
Por lo pronto, como poblano que soy, seguiré presumiendo nuestra pirámide y todo nuestro legado ancestral, antes que engañar a nuestros visitantes con un récord “patito”.