El escándalo internacional del ciberespionaje en contra de cuando menos 32 líderes mundiales ha provocado una enorme crisis entre Estados Unidos y sus países aliados.
Dice un dicho que “pena no es robar, sino que te cachen”, y eso es precisamente lo que le sucedió al estado que presume de ser la primera potencia mundial.
Para dar un mejor contexto a este caso, retomaré un fragmento de la nota publicada por El País, en donde se anuncia el espionaje sufrido por los principales jefes de Estado del mundo.
 
Estados Unidos espió los teléfonos móviles de 35 líderes mundiales.
“La sospecha de que los servicios de inteligencia de EE UU llevan años espiando el móvil de la canciller Angela Merkel irrumpió ayer en la enésima cumbre del euro. E hizo saltar por los aires una agenda cargada de temas tan crudos como fundamentales para la UE (telecomunicaciones, unión bancaria e inmigración), al conocerse que la querencia norteamericana por el control de datos llega hasta el mismísimo teléfono de la canciller alemana. Pero Merkel no es ni mucho menos la única. El escándalo sigue agigantándose: la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de EE UU supervisó las conversaciones telefónicas de 35 líderes mundiales, según reveló ayer el diario británico The Guardian basándose en un documento secreto que asegura que un alto funcionario entregó dichos números a la agencia. Un memorando confidencial revela que la NSA fomenta que los funcionarios de mayor rango de toda la Administración, incluida la Casa Blanca, el Departamento de Estado y el Pentágono, compartan sus agendas para que la agencia pueda monitorizar los números de teléfono de los líderes extranjeros con sus sistemas de vigilancia. El documento señala que un funcionario estadounidense no identificado entregó más de 200 números, incluidos los de los 35 líderes”.
 
Tras esta escandalosa cita, es indudable que el ciberespionaje internacional ha robado cámara en los principales medios noticiosos del mundo. Por esa razón, es obligado reconocer que estas prácticas invasivas forman parte de las políticas de Estado de innumerables países, incluido el nuestro.
Para no ir lejos, es un secreto a voces que en Puebla el espionaje se ha convertido en una práctica constante del actual gobierno estatal.
Es bien sabido que quien realiza las labores de plomero para Casa Puebla cuenta con una extensa red de espías, en donde lo mismo se escucha a los propios que a los ajenos.
Una fuente bien informada confió a este columnista que desde el arranque del sexenio quien ahora cumple la función de contralor se encargó de preparar una serie de grabaciones de quienes eran considerados enemigos del Señor de los Cerros.
Primero, en su búnker privado y ahora desde instalaciones oficiales, se presume que se realiza esta intromisión, la cual ha generado una montaña de archivos con información privilegiada.
Partiendo de la sabia frase que dice “información es poder”, en Puebla se ha espiado a los propios funcionarios, a políticos de todos los partidos, a periodistas y empresarios, para abastecer de datos al habitante de la casona de Los Fuertes.
En una reciente entrega les anticipé de la flotilla de unidades espías que conforman el ejército del maquiavélico operador.
Así que cuando usted escuche o vea todas las noticias en torno al escándalo del ciberespionaje internacional no se asuste ni se apantalle.
Eso mismo sucede en nuestro estado, con la diferencia de que aquí también se espía a los de casa. 
Es parte de la enfermiza obsesión por controlarlo todo, la cual se sintetiza en cuatro palabras: “El Estado soy yo”.