1. La línea Acapetlahuacán o Acapetlahuacan, llámese occidentalizada o autóctona, está correlacionada para su funcionamiento con la normatividad federal, estatal y municipal; motivo más que suficiente para que cualquier ciudadano común y corriente, de ésos que carecemos de poder político, o económico, le reconozcamos a sus diversos propietarios, “riñones” y carácter para enfrentarse diariamente a los corruptos —hasta ahora invencibles— funcionarios de los tres tipos de gobierno mencionados —este es un traje a la medida, que se lo pondrá todo aquél que le venga—.
1.1. No por algo Humberto Castillo Anaya —coautor de la Feria de Puebla y de la UPAEP, colaborando con “El Pichón” Eduardo García Suárez, que en paz descanse—, decía y sigue diciendo: “Los que vivimos haciendo negocios —del tamaño que sea— en Puebla, nos levantamos para rompernos la madre contra la corrupción general, hacemos el día lo mismo, y así nos dormimos, para volver a empezar el día siguiente”.
Yo le agregaría la frase —de Anne Ryan—: “Aquí nos tocó vivir”.
2. Esta línea, como todas las líneas de transporte para pasajeros (movilidad), en nuestra patria confronta diariamente:
C.1. Pésimas carreteras hechas por el gobierno federal y mantenidas por él. La ampliación de la Puebla-Izúcar llevó varios años ocasionando choques, heridos, muertos y millones de pesos en pérdidas materiales, por tener cunetas profundas, por carecer de señalamientos, por materiales que obstruían el camino limitado por el trabajo de las máquinas, y todo para que ahora las llantas de su vehículo se destrocen con la mala calidad de los materiales empleados en su bien publicitada ampliación.
Naturalmente que las quejas de todos y cada uno de los usuarios de la vía eran inocuas, toda vez que carecen de organización para la defensa de sus intereses, y en forma consecuente de voceros que orienten a la opinión pública.
C.2. Carreteras estatales que debían ser catalogadas como camino vecinal de terracería, circunstancia que limita la vida de llantas, de amortiguadores, y de maquinaria en general, causando incrementos no presupuestados en los costos de producción. Con el agregado de tener una administración primitiva de tipo patronal, cuando deberían funcionar empresarialmente como sociedad anónima, colectiva, cooperativa, o en comandita por acciones.
C.3. Como la transportación masiva se hace al igual que la privada, con vehículos cuya tecnología nos es ajena, puesto que no somos chinos ni gringos; vaya, ni tan siquiera coreanos, para que nuestros científicos y tecnólogos hayan generado una industria automotriz, los vehículos dependen del diseño extranjero y todas sus refacciones se pagan naturalmente en dólares convertidos en pesos mexicanos.
3. La línea desde hace años es la única que va comunicando pueblo con pueblo, aldea con aldea, desde Atlixco hasta mi natal Izúcar, con precios justos que le permiten sobrevivir ante el asedio de otra empresa acaudalada de movilidad que muchas veces inventa precios dumping para desbaratar a los propietarios de Acapetlahuacán, para instalar un monopolio más en este capitalismo salvaje que hemos copiado de los Estados Unidos.
4. Las paradas de tal línea en ningún momento procederán en la autopista, pues la normatividad nacional para autopistas lo impedirá. En cuanto a las paradas urbanas, continuarán como en todas las 60 ciudades mexicanas que carecen de un Sistema de Movilidad Urbana Intra-Municipal que regule el ascenso y descenso.
Nota. En todo momento manifiesto bajo protesta de decir verdad verbal o escrita que no tengo ni tendré por decisión personal ninguna relación con Apetlahuacán que no sea usar ese cómodo servicio para ir a mi tierra caliente como lo hacemos miles de poblanos al sur de la capital.
Nuestra casa
Ideal sería que la transportación masiva no fuese agredida como lo fue brutalmente en el caso de la extinción del Estado de derecho, cuando desaparecieron los de la SCT poblana a la línea de movilidad Bicentenario, dándole réquiem al Estado de derecho.