El panismo lleva más de dos años de guerra interna. Se han desgastado en dimes y diretes los distintos grupos que integran ese partido. Lejos de retomar sus valores y principios, se han enfrascado en una lucha poder, con el riesgo de una ruptura definitiva.
La lucha interna empezó meses antes de la elección del 5 de febrero de 2012, cuando se eligió al candidato a la Presidencia de la República.  
Ernesto Cordero, Santiago Creel y Josefina Vázquez Mota buscaron convertirse en el décimo aspirante presidencial de su historia. A la postre, Vázquez Mota se impuso, pero no pudo frenar la guerra interna.
En Puebla, el grupo morenovallista apoyó a Ernesto Cordero y el triunfo en la entidad fue contundente. Sin embargo, fue insuficiente; la candidata del grupo encabezado por el entonces alcalde de Puebla, Eduardo Rivera, ganó a nivel nacional.
La elección interna en Puebla no fue nada pulcra y democrática, como presumen los panistas. 
Los representantes del equipo de Josefina Vázquez Mota denunciaron a funcionarios de la presunta compra y coacción del voto, así como del uso de los recursos públicos en el proceso electoral.
En ese entonces, el representante en el estado de la candidata ganadora, Marcos Castro Martínez, señaló que había pruebas, como fotografías de que funcionarios del gobierno del estado participaron a favor del candidato perdedor, Ernesto Cordero, presuntamente con la compra del voto. Los principales problemas se presentaron en los municipios de Teopantlan y Ahuatlán. En la Sierra Negra hubo lugares donde se llamó a votar a favor de Ernesto Cordero utilizando perifoneo.
De ese nivel fueron las acusaciones.
Un ejemplo de la radicalidad panista fue Ángel Alonso Díaz Caneja, en ese entonces senador de la República, quien anunció que no apoyaría a la candidatura de Josefina Vázquez Mota a la Presidencia de la República, “al considerar que hacerlo representaría respaldar virtualmente al presidente estatal del PAN, Juan Carlos Mondragón Quintana, o al presidente municipal Eduardo Rivera Pérez”.
Incluso, a pesar de que Ernesto Cordero Arroyo se sumó al proyecto de Josefina Vázquez Mota, el senador de Acción Nacional —quien apoyó desde Puebla al exsecretario de Hacienda— adelantó que no trabajaría a favor de la virtual candidata presidencial. “Mi decisión es para ahorrarles la estrategia de bloqueo a Juan Carlos Mondragón y a Eduardo Rivera”, a quien llamó “Lalito mil calles”.
A partir de ahí las posturas fueron irreconciliables. El saldo: Acción Nacional perdió la Presidencia de la República después de estar en Los Pinos durante 12 años seguidos.
La derrota aceleró la pugna interna, y hoy, dos años después, la guerra interna continúa. Los grupos se han reorganizado pero siguen polarizados.
Esperemos el desenlace final de esta historia de lucha por el poder.