1. El PRI está aniquilado en Puebla, y seguramente en otros estados mexicanos. Tan es cierto que en las intermedias de 2013, 5 millones de habitantes (dixit Romualdo Fernández Montes, genial demógrafo), bajo una considerable abstención general, cambiaron de responsabilidad administrativa municipal o legislativa local o federal tricolor por otros colores o lemas partidarios que los convencieron durante las campañas electorales.
2. De un ejército que fue dominante en 70 y pico de años, ahora se convirtió en una fuerza con cierta capacidad de competencia (no escribí “competitivo”), lo que lo ha hecho susceptible a ser derrotado sucesivamente en varias provincias perdiendo también, para desgracia de nuestra patria, dos veces la Presidencia de la República con las consecuencias vistas, pero no razonadas por millones de mexicanos marginados absolutos de la información y carentes en consecuencia de una opinión pública formal.
3. Ahí donde pierde el PRI la gubernatura, sufre una total degradación. Muta de ejército invencible a guerrillas aldeanonas (cuerpos de activistas creyentes en la democracia y la justicia social), cuyos jefes no manejan teorías de organización social del tipo que sus militantes demandan, para reencauzar sus acciones ciudadanas, dejándolos en la orfandad, sin derrotero alguno.
4. Ellos, educados desde su ingreso al partido en la disciplina castrense donde no hay democracia interna ni tan siquiera sesiones deliberativas entre pares, lo admiten o toleran, pero todos siguen luchando sin orden ni concierto pues, de lo contrario, ya hubieran desertado.
5. En Puebla no hay mas jefes políticos priistas que los que en el pasado han tenido mando y poder directo o indirecto para poder hacer alcaldes, regidores, síndicos, diputados locales o federales, los funcionarios federales de toda laya fueron propuestos o vetados por los líderes omnímodos, y otorgando favores principescos —traducidos en estipendios— a intelectuales, académicos, líderes naturales, representantes de iglesias, o de escuelas prestigiadas, sin olvidarnos de los miles de cuerpos vecinales que de una u otra forma han estado en contacto con los gobiernos de los últimos 18 años, antes del advenimiento de este ejemplar trienio que será sexenio.