Las obras de relumbrón en este sexenio han alcanzado niveles francamente inimaginables.
A cada una de las obras insignia del gobierno morenovallista se ha dedicado un presupuesto especial para dedicarle altares al poderoso Señor de los Cerros.
En cada puente elevado se ha reservado una partida para ofrecerle pleitesía al tatiasca poblano, a través de tensores que simulan las siglas MV en alusión a los apellidos de nuestro personaje.
En los Centros Integrales de Servicio se construyeron sendos monumentos también con las siglas MV, como si los poblanos debiéramos reconocer a quien edifica con el dinero público.
Otro caso curioso fue la decisión de decorar las fachadas de las obras estatales con detalles en imitación de talavera como los hospitales, escuelas y edificios públicos construidos durante la presente administración, como sello característico del gobierno morenovallista; sin embargo, irónicamente, en el único edificio en el que su fachada estaba decorada con talavera original —el auditorio Siglo XXI— el gobernador ordenó derruirla, para decorarla con cristal y aluminio.
Es decir que lo importante no es ni la tradición ni la identidad, sino marcar las diferencias para satisfacer la egocentricidad de un gobernador que depende de los homenajes diarios para satisfacer sus necesidades diarias.
En esta entrega quiero que vayamos al distribuidor Juárez-Serdán, en donde el gobernador decidió emular al presidente Calderón, construyendo una mini estela como símbolo de la magna obra morenovallista.
Si analizamos este distribuidor, nos daremos cuenta que esta obra busca solucionar el flujo vehicular de seis diferentes flujos vehiculares.
Para conmemorar tremenda hazaña, Moreno Valle decidió conmemorar su gran esfuerzo con la construcción de una mini estela de luz.
En esa lógica, los grandes distribuidores viales construidos en ciudades norteamericanas como Houstón, Dallas o Los Ángeles, que convergen cuando menos 18 flujos vehiculares, merecerían que se les construyera una Torre Eiffel por cada una de estas obras.
Sin embargo, a diferencia de la egoteca morenovallista, en donde cada obra debe ser motivo de homenajes absurdos a través de monumentos como las iniciales de sus apellidos o de una estela de luz, en los países avanzados las obras deben ser prácticas, funcionales y sin ningún homenaje a los políticos.
No se puede homenajear a quien construye con recursos públicos.
No es gracia.
Es su obligación.
Lamentablemente, los banderazos de arranque de obra y los cortes de listón para inaugurarlas son parte de la idiosincrasia política de un pueblo que no comprende que los políticos no nos hacen ningún favor al realizar las obras públicas y al entregar servicios a los ciudadanos.
 
Ana Tere los pone a temblar
Más allá de la confirmación de Ana Teresa Aranda como candidata a la diputación federal por el distrito 11 por el partido Verde en alianza con el PRI, es evidente que la simple sospecha puso a temblar al grupo morenovallista.
En caso de confirmar su candidatura, será contundente determinar que pudo más el rencor y el desprecio de la doña hacia el gobernador, que su animadversión priista. 
La eventual candidatura de Ana Tere podría amalgamar al voto del verdadero PAN poblano —que no es nada despreciable—, al voto duro del PRI y a todos los damnificados del morenovallismo, lo que implicaría una posible derrota del PAN en uno de los distritos de la capital, en donde el morenovallismo daba por seguros los cuatro que conforman esa demarcación.
Así las cosas, la candidatura que se cocina en la capital del país desde hace varias semanas podría convertir al distrito 11 de Puebla capital en uno de los distritos que más reflectores atraigan en todo el país.
Quién lo diría, Ana Teresa por el PRI y un Moreno Valle abanderando los colores del PAN.
No cabe duda que este mundo se va a acabar.
Sálvese quien pueda.