El 14 de julio de 2014, en el Hospital General del Sur se debatía entre vida y la muerte un niño de 13 años de edad, víctima del violento desalojo morenovallista en Chalchihuapan.
La madre del niño —Elia Tamayo— fue objeto del más brutal hostigamiento por parte de aparato gubernamental para incriminar a los pobladores de las juntas auxiliares ydeslindar a la Policía Estatal de la agresiónde su hijo.
Cuatro pobladores de Chalchihuapan —Félix Montes Xelhua, Sergio Clemente Jiménez Tacalero, Santiago Pérez Tamayo, Antonio Víctor Montes Contreras—, que exigían la restitución del servicio del Registro Civil en las comunidades en las que viven, fueron severamente juzgados y acusados de motín, ataques a las vías de comunicación, inseguridad de los medios de transporte, contra las autoridades en su modalidad de desobediencia, resistencia de particulares, delitos contra funcionarios públicos, privación ilegal de la libertad, lesiones dolosas y tentativa de homicidio calificado y daño en propiedad ajena doloso.
Ante el fracaso de los negociadores de la Secretaría General de Gobierno, un grupo de “granaderos” lanzó gases lacrimógenos en contra de habitantes de las comunidades de Santa Clara Ocoyucan, Atzompa, Santa Isabel Cholula y San Bernardino Chalchihuapan que bloquearon la Vía Atlixcáyotl para exigir el servicio del Registro Civil.
La falta de destreza para replegar y liberar la autopista por parte de la Policía Estataldesencadenó en una batalla campal.
Sin embargo, para los distintos sectores queconforman la sociedad poblana estos hechosy abusos del poder no representan nada.
Los partidos políticos —salvo la diputada del PRD Roxana Luna y el recién autorizado partido político nacional Morena, de López Obrador— han mostraron un sepulcral silencio.
Los organismos empresariales, universidades y organizaciones civiles han callado y, por temor al morenovallismo, permanecen en la indiferencia y sus pronunciamientos brillan por su ausencia.
A pesar de vivir en una democracia, el miedo al morenovallismo orilla a los poblanos a vivir en un sistema totalitario, donde el podersiempre se impone a los ciudadanos.
Una sociedad democráticamente organizada no teme a las voces discrepantes, ya quees consciente de que la libertad de expresiónes un pilar básico de su estructura.
Desgraciadamente, eso en Puebla no sucede.
Las verdaderas democracias estimulan yarticulan mecanismos para que la participaciónciudadana sea real y no se limite al ejercicioperiódico del voto.Desafortunadamente, está a años-luz de este valor.
Y mientras la sociedad guarda silencio ante los excesos del poder morenovallista, hay víctimas inocentes, como el niño José Luis Tlehuantle, que se debaten entre la vida y la muerta.
¿Hasta cuándo la sociedad poblana tomaráel papel que le corresponde en este sistemademocrático para dejar de ser un simple proveedorde votos?
Un año después de silencio vergonzoso de los poblanos, cada vez más voces se suman para condenar los excesos morenovallistas, despacio pero perdieron el miedo a encarar al actual régimen.