Ya no sé ni qué pensar. Es como si el demoño anduviera suelto. Todo anda como revuelto, como hecho camote, en rebeldía, sin congruencia. Es como si nos estuvieran moviendo el piso, pero sin piso.

Los países se separan, hacen bardas, la gente se quiere salir de donde está, las parejas son disparejas, el pan se acaba, la electrónica está hasta el tope, el hambre galopa por todos lados, el internet está imparable, la gente se separa más cada día, los virus están más perros y el PRI, el PAN y el PRD siguen en las mismas, como si no pasara nada.

En realidad vale gorro lo que hagan o lo que piensen (si es que piensan) porque si ves nuestra realidad, nuestra azarosa vida cotidiana, no son otra cosa más que una majestuosa obra de humor negro donde cada uno de nosotros interpreta un papel sin conocer la obra ni al autor.

No puedo negar que es una obra maestra esto que llamamos vida. Imagínate, desde que estás en el vientre materno empiezas a actuar un papel en que entran en acción un montón de gente. Algunos de ellos seguirán cerca de ti, quizá hasta que caiga el telón para y termines el hoyo.

Pero ve además, cuántos papeles juegas en el día. Para los cuates eres uno, para tu esposa eres otro, en la chamba otro, con tus hijos otro… así que en realidad ¿quién eres tú? Porque para acabarla de joder, uno cambia de forma de ser o de actuar según te funcionen las neuronas y las hormonas. ’Ta canijo.

Además, uno habla de cómo deben actuar los demás, como si en realidad conociéramos “la verdad”, o sea, como si conociéramos el libreto de la obra y los papeles que “debe” jugar cada actor, cuando en realidad no sé ni conozco el papel que juego en la obra… irónico ¿no?

Así que, imagínate el papelito que vivieron —ya sabes quiénes— que les tocó interpretar el papel de Barrabás o el de Judas…. qué joda, porque no los aplaude ni su santa madre.