Las posturas del gobierno federal y del que será el nuevo dirigente nacional del PRI respecto a las nuevas legislaturas en los estados de Veracruz y Quintana Roo en lo tocante a sus leyes anticorrupción, así como el nombramiento de fiscales por las legislaturas salientes, parecen ser más populistas que decisiones que busquen la legalidad y la congruencia.
Veamos.
Si en realidad les preocupa que los perdedores gobiernos priistas comandados por Javier Duarte y Roberto Borge busquen crear leyes a modo para buscar blindar tanto a sus gobiernos, como a su persona, es necesario que señalen lo que hace unos meses hizo Moreno Valle en Puebla respecto a la modificación de leyes que le permitieran nombrar al fiscal general, al auditor general y al presidente del Tribunal de Justicia por periodos que rebasan su sexenio.
Si bien es cierto que la postura del Gobierno de la República respecto a la Ley Anticorrupción está centrada en una materia distinta a la Fiscalía General del Estado que sustituyó al procurador general del Estado de Puebla; que el auditor y el titular del TSJE no tienen nada que ver con la Ley Anticorrupción, también es cierto que el espíritu con el cual se crearon las leyes en Puebla para nombrar de manera transexenal, es exactamente el mismo que el de Veracruz y Quintana Roo.
Y es ahí donde la crítica del nuevo dirigente tricolor carece de congruencia, ya que omite señalar al gobernador panista de Puebla y acusa a sus dos gobernadores.
Sin duda, los tres mandatarios se excedieron y se blindaron, pero pareciera que la postura es más un castigo a los perdedores, que un asunto de congruencia y honestidad.
En esa lógica, seguramente una derrota de Moreno Valle en Puebla lo tendría en la misma lista negra de Duarte y Borge, pero al haber ganado se convirtió en intocable, aunque pertenezca a un partido rival.
Da la impresión que Enrique Ochoa Reza solo tomó el tema de Duarte y Borge como una bandera legitimadora, pero olvidó revisar casos similares en estados como Puebla, donde el mismo blindaje se perpetró con semanas previas a la elección.
Por lo pronto, el rasero con el cual separó Ochoa Reza a los limpios de los corruptos le salió sumamente defectuoso y se le coló el inefable gobernador poblano.
Ante estos primeros tropiezos, habrá que seguir los pasos del nuevo dirigente para saber si tiene el oficio y los tamaños para levantar a un partido casi desairado.
Veremos y diremos.