No entiendo por qué mucha gente percibe la sensibilidad de algunas personas como un rasgo de debilidad. Para ellos alguien sensible es alguien débil y falto de carácter.

Nada más alejado de la realidad. Sin ellos no existiría el arte, ni la literatura, ni la música, ni la belleza, ni tampoco existiría razón para crear.

La sensibilidad es un don, pero para que ese don florezca necesita haber nacido o rodearse de tierra fértil que abone y facilite esa emoción en libertad.

Yo pienso que está, es algo que todos tenemos pero que, en algún lazo de nuestra azarosa vida se perdió, convirtiéndonos en matalotes insensibles, quizá por miedo o por protección a que vean en mí a alguien débil y sensible o, quizá simplemente tengo miedo a sentir lo que en realidad vive en mí.

La insensibilidad es lo que nos tiene fregados. Asesinatos, robos, tranzas, contubernios, manipulaciones, engaños, en fin.

La insensibilidad te puede convertir en un mal burócrata o en un político mañoso con la sensibilidad “de un muñón recién cortado” (aportación de mi lector número 6).

Lo que tienen que entender algunos de los matalotes insensibles que nos gobiernan, es que está en sus manos promover la cultura, la sensibilidad del pueblo.

Sé que lograrlo equivale a pedirle tejocotes al nopal, pero esa es la única forma de terminar con los actos apocalípticos que estamos padeciendo… No hay bronca sé que seguirán robando, pero en lugar de traer a La Banda de los Chifleasumauser o a Los Mascabodrios y demás linduras, podrían presentar muchas cosas más, que incentivarían la sensibilidad de los poblanos.

También sé que, el buen teatro, la buena música y todo lo que suene a cultura les saca roña a la mayoría de nuestra “culta” clase política pero, es su obligación aliviar la desaseada sensibilidad del pueblo al que han acostumbrado al poco pan y mucho circo.