Lo sucedido en la Plaza de la Democracia, el sábado pasado, debe tener parados de pestañas a todos los dirigentes de los dos partidos “dominantes” en Puebla.
La convocatoria de AMLO en esta capital no es un asunto menor, sobre todo si recordamos que contra todos los pronósticos, el ahora líder de Morena ya ganó las dos últimas elecciones presidenciales en territorio poblano.
Los números no mienten. El tabasqueño obtuvo más votos en Puebla que Felipe Calderón en 2006 y Enrique Peña en 2012.
El problema para el PAN y el PRI es que por primera vez la gubernatura se empata con la candidatura a la presidencia, lo cual pone en serios predicamentos a estos dos partidos y a sus suspirantes.
Más allá de los jaloneos que se darán por la candidatura del llamado Movimiento Regeneración Nacional, el voto fuerte de ese partido no se detendrá a ver los nombres de los candidatos, sino buscarán la fotografía de Andrés Manuel y el logotipo de su partido.
Para fortuna de los morenos, en Puebla no han sido gobierno, por lo cual el desgaste de su capital político es mínimo.
Incluso, podrían darse el lujo de incluir a algunos políticos de otros partidos, aglutinando fuerzas con un claro y favorable control de daños.
Hasta ahora, los dos hombres más visibles son el alcalde de San Pedro Cholula, José Juan Espinosa, y el diputado federal, Rodrigo Abdala.
Pero en días recientes los coqueteos con AMLO arreciaron, siendo el caso más sonado el de Fernando Manzanilla, quien pasará de incómodo a incomodísimo cuñado del exgobernador.
Sin duda, la aparición de Manzanilla en el templete principal al lado de AMLO debe haber provocado serios trastornos intestinales a toda su familia política.
Es tal la fiebre que causa Morena, que hasta Javier López Zavala ya filtró sus ilusiones.
Irónicamente, el también llamado partido de la "esperanza", ahora genera cuando menos cuatro de los llamados pecados capitales: ira, envidia, avaricia y soberbia.
La ira de quienes sentían que Puebla ya era territorio azul y que pasarían tres sexenios más gobernando sin problemas este estado.
La envidia de quienes ya están dentro y ven llegar nuevos personajes que podrían arrebatarles el gran botín.
La avaricia de los advenedizos que ven hoy en Morena la tabla de salvación y una nueva plataforma que catapulte sus añejas ambiciones.
Y la soberbia de quienes hoy creen que Morena —incluido AMLO— gana hasta con un burro la gubernatura, lo cual los puede dejar vestidos y alborotados.
En cada caso ya hay claros ejemplos de quienes se ven traicionados por los llamados pecados capitales y que en términos laicos, los podemos reducir a simple condición humana.
Nos guste o no, el sistemático desdén a Morena se transformó en una corriente social, en la que hasta los de "pipa y guante" quieren estar ahí.
No sé dentro de un año, porque los errores y las calenturas de Andrés Manuel han demostrado que no es el mejor administrador de su capital político, pero es innegable —nos guste o no— que Morena "es lo de hoy".
Habrá que estar pendientes para saber esta vez con quién juega el diablo y por quién decide meter la cola.
¿Será por AMLO?
Veremos y diremos.