Dejé claro en el anterior a Don Gabriel Sánchez Andraca, escrito sobre Mariano Matamoros Guridi I, que el héroe que da su nombre a Izúcar de Matamoros —antes Itzocan—, es uno de 15 hijos paridos por su madre, y que otros dos, una mujer y un hombre, sus hermanos, también abogaron luchando como cientos de miles de neo-hispanos de las 16 castas existentes en la época colonial bajo el dominio del imperium español a favor de su independencia.
El sacerdote blanco, rubio, picado de viruelas, que a la sazón era contemporáneo de Morelos, enterase como cura de Jantetelco, que hay órdenes de aprehensión en su contra por sedicioso contra la corona española y que acompañado de 4 o cuarenta y tantos –hay 2 versiones–, se pone en Izúcar a las órdenes de Morelos, el cual le indicará en varias batallas: ¿cuál será su lugar?
Gabriel Agraz García de Alba, en su Magna obra: “Mariano Matamoros Guridi Héroe Nacional”, documenta que nació en la ciudad de México el 14 de agosto de 1770, bautizado al día siguiente con el nombre de Mariano Antonio. Después de los estudios eclesiásticos el 12 de Marzo del año 1796 se recibe de sacerdote, y en 1807 al 1811 fue cura interino en Jantetelco cercano a Izúcar.
El celo de investigador del autor citado, nos lleva al conocimiento que los Matamoros y los Guridi eran tlaxcaltecas nativos por varias generaciones; lo que hizo pensar a decenas de autores de las más de cien biografías existentes sobre Matamoros el héroe, que él era miembro de la Matria de los Xicohtencatl y de los Tlahuicole.
Y curioso es citar, pero sabroso el chisme también, que por fijar el origen del héroe, sea en Tlaxcala o en el D.F. (CDMX), hubo discusiones mil en escuelas, foros, o tertulias de estudiosos. Agraz dio luces definitivas con documentos en mano opacando a lo anterior escrito.
Presentado a las órdenes de Morelos, este lo incorpora a su Estado Mayor; participando en la batalla de Izúcar del día siguiente, en la cual fue derrotado el Coronel realista Miguel Soto Macedo. En esta prueba de sangre, vio a Morelos incluso batirse al tú por tú como soldado bisoño dando ejemplo a su Estado Mayor.
Pablo Mejía Espitia es el que afirma como otros, que el ejército inicial de Mariano Antonio Matamoros Guridi se formó por 47 vecinos de Jantetelco nombres listados en dos placas en la casa de Jantetelco conocida como “el dormitorio”.
Con esta bisoña tropa se presenta en Taxco en el 4 de enero de 1812. Ahí es nombrado Coronel de Infantería, en el Estado Mayor que ya pertenecía desde Izúcar.
Los días 17 y 22 del mismo mes y año, guerrea en las batallas de Tecualoya y Tenancingo, seguramente con la misma integridad guerrera que los insurgentes, pues derrotado fue el valiente oficial realista de apellido Porlier.
“Ciudad sitiada, ciudad tomada”
La Historia del Imperio Romano nos informa de las miles de batallas sostenidas contra cientos, quizás miles de pueblos que ha poco habían evolucionado de hordas a tribus y de estas a pueblos.
Pocas resistencias fueron consignadas con dignidad. Entre ellos están los sitios de: Jerusalén, y Masada en la región de la Judea-Samaria. Sagunto, y Numancia en la Hispania Ibérica.
En las cuatro ciudades, el ardor bélico profesional de las tropas romanas. Su organización generada bajo siglos de experiencias con éxitos o fracasos en los combates, el orgullo, la prepotencia, la técnica de sus armatostes derriba muros, o puentes para penetrar en ciudades fortificadas, sufrieron descalabros, desprestigios, pérdidas cuantiosas en hombres y pertrechos, sin incluir las intrigas en las cortes imperiales contra los generales por incompetencia o lenidad.
Los defensores de las plazas defendían su bienestar material e intelectual: con su vida evitaban ser esclavos a la venta, violadas sus mujeres sin respeto a su edad, saqueadas sus casas e incendiadas, los sobrevivientes, perecían de hambre, pues granos con bestias eran parte del botín de guerra.
Agregando a esto el orgullo nacido de su identidad local, con un toque de dignidad humana, eran combatientes que al final fueron armas devastadoras para el orgullo de la Roma Imperial.
De ahí nace la idea posterior siglos después de que “ciudad sitiada, ciudad tomada”, pues al final Roma, sus ejércitos, se apoderaron de las plazas citadas.
De ahí que Cuautla será el asombro de los soldados españoles, provenientes de guerras libradas allá en su tierra. El mismo, que causó al mejor soldado realista que existió en las colonias americanas y caribeñas luchando todas por dejar de ser expoliadas por lo imperial mandado desde España.
Félix María Calleja del Rey será el jefe supremo de los realistas al sitiar Cuautla, la cual según marcan los cánones guerreros romanos antiguos debe ser tomada con destrucción.
Relata Enrique Cárdenas de la Peña “que los insurgentes bajo el mando de Morelos hacen las defensas de la ciudad entre el 9 de febrero de 1812 hasta la noche del 1º al 2 de marzo.
A primera vista, Cuautla abierta por sus cuatro rumbos, hace creer imposible toda resistencia. Es en realidad una plaza sin defensas naturales; sin embargo; vista la topografía del terreno con mayor detenimiento, se descubren sus ventajas propias.
Don Lucas Alamán cuenta que “la posición de Cuautla es ventajosa para la defensa: hallase situada en un bajío llano al que por todas partes domina, sin que sea dominada por ninguna, rodeada de platanares y arboledas pegados a los edificios por todos vientos, y por el Poniente que no lo está tanto, corre de Norte a Sur una atarjea de mampostería de vara y media de grueso, que gradualmente se eleva hasta doce o catorce varas de altura, terminando en la hacienda de Buenavista, a cuyas máquinas de moler caña conduce el agua hallándose la cas ay oficinas dentro de la misma población, hacia el Sur de ella.
Esta se extiende algo más de media legua de Norte a Sur, y en esta dirección corre una calle recta, en cuyo principio al Norte está la capilla del Calvario: En anchura se extiende mucho menos y en la calle principal, se hallan con sus plazas los conventos de S. Diego y Santo Domingo, susceptibles de ser fortificados, siendo el último la parroquia del lugar.
Al oriente de éste se levantan las lomas de Zacatepec, entre las cuales y el pueblo corre un río de unas doscientas varas de caja y cuya corriente, aunque abundante y rápida, se ciñe a un canal de doce a quince varas.
La fortificación se hace con inteligencia, formando un recinto de las dos plazas y los dos conventos, circunvalados de cortaduras, parapetos y baterías amerlonadas y guarnecidas con treinta piezas de artillería de diversos calibres”.
Ahí Mariano Antonio combatirá como todos, con lealtad a seis banderas y fidelidad a Morelos.