Hace unos días me reuní con los promotores de los primeros bosques cultivados de cedro rojo y caoba que hay en Puebla. Un proyecto innovador que iniciamos en el año 2000 en la Sierra Nororiente del estado, específicamente en los municipios de Ayotoxco, Jonotla y Hueytamalco. Más de 600 hectáreas de estas especies se plantaron y, en el año 2015, empezaron a cosechar madera de los árboles más desarrollados.
Plantaciones de agave, aguacate o árboles de navidad tardaron al menos 5 años para empezar a dar los volúmenes que el mercado requiere; reforestaciones de pinos, realizadas entre 2005 y 2010, apenas se empiezan a notar en las regiones establecidas pues los árboles más desarrollados, a sus 13 años, apenas superan los 15 centímetros de diámetro en su base.
Esto nos indica que el desarrollo es gradual, no puede resolverse todo en un sexenio, las soluciones a los problemas demandan participación social, mucho conocimiento y voluntad de los gobernantes.
Las soluciones a algunos de los problemas nacionales requieren al menos 12 años, con una estrategia de apoyo ininterrumpida así como con presupuestos crecientes que permitan alcanzar las metas establecidas. Las transformaciones sociales, económicas y ambientales empiezan a verse en plazos mayores a los 6 años.
Lo que se siembra hoy, es posible que no se coseche por el sembrador. Lo que se construye hoy, probablemente lo inaugure el gobernante que sigue. Pero muy pocos están pensando de esta manera. El corto plazo, presumir obras o acciones para resaltar los trienios o sexenios es lo que priva entre los que han gobernado, sin distingo de partidos.
Atender la demanda ha sido lo más cómodo para parecer un buen funcionario en lugar de reorientar el gasto, muchas veces esto se ha visto influido por los usos y costumbres de los pueblos, aunque estas no permitan el desarrollo.
Recuerdo experiencias en pueblos conurbados y rurales de la Ciudad de México en donde el uso y la costumbre es quemar fuegos artificiales, castillos de cohetes y grandes espectáculos en la fiesta patronal; sin embargo, las escuelas no tenían bancas o recursos para reponer vidrios rotos.
El presupuesto debe servir para atender las necesidades de la gente. El problema es que muchas de esas necesidades se determinan desde los escritorios más importantes del país, en muchos casos, con escaso conocimiento de realidades sociales. El diagnóstico es clave para definir conjuntamente con los beneficiarios las necesidades prioritarias en función de los problemas existentes.
Cuantificar las necesidades totales, establecer prioridades y definir plazos de atención que con seguridad trascienden los sexenios, es un ejercicio que solo se ha quedado en papel. Nunca hay un presupuesto que alcance, pero pensando solo en las próximas elecciones, todavía lo hace más complicado.
La agenda 2030
Actualmente se cuenta con la agenda 2030, con objetivos de desarrollo sostenible y con estrategias de mitigación contra el cambio climático; pese a ello, no hay un soporte presupuestal acorde a esas necesidades.
No hay en la Cámara de Diputados, un modelo mínimo de asignación presupuestal de acuerdo con las necesidades nacionales, situación que se reproduce en los estados como Puebla. Prevalece la gestión de obras de infraestructura, a veces solo cascarones que, como en el caso de los hospitales, carecen de medicinas, equipo o médicos. Una queja muy recurrente de los ciudadanos.
De igual forma, hay patrullas aunque luego no hay suficiente recurso para la gasolina o la reparación de vehículos. No hay presupuesto para rehabilitaciones y mantenimientos de obras. No hay compra de vehículos y las flotillas oficiales en las áreas operativas, están bastante deterioradas.
En estos días las autoridades electas del poder ejecutivo y legislativo estarán orientando sus agendas a revisar lo necesario para integrar sus propuestas presupuestales tanto en el plano nacional, estatal y municipal. Ya hay en cada instancia responsable y territorio, la identificación de problemas y necesidades. Lo importante es consultar a las fuentes más indicadas para reducir la posibilidad de equivocarse.
Atender los problemas de la baja productividad, la pobreza, la desigualdad, la inseguridad pública y todo lo que sirva para mejorar las condiciones de vida de las presentes y futuras generaciones, forman parte de los retos de los gobiernos nacientes.
Orientar los presupuestos a generar bienestar y crear riqueza es algo que requiere de un mayor impulso. No solo son importantes los servicios públicos, sino el apoyo para generar los recursos que permitan mantenerlos.
Se requieren presupuestos con aplicación regional que atiendan la diversidad socioeconómica y ambiental del país a fin de acortar la brecha de desarrollo entre regiones, estados y municipios. Proyectos intermunicipales, interestatales que hagan más eficiente el uso de presupuestos tradicionalmente reducidos son demandados.
Presupuestos que no tengan vigencia anual porque esto limita la proyección de obras de mayor alcance. Se requiere una adecuada planeación que evite que los presupuestos se liberen después de medio año y con la urgencia de su aplicación antes de diciembre con lo que, al no poder hacerlo, muchas necesidades dejan de atenderse.
Se requiere evitar que la sobre regulación y vigilancia de los órganos de control paralice la operación y la atención de las necesidades de la población. Hay veces que por temor a las sanciones, los funcionarios dejan de actuar por miedo a las responsabilidades.
Finalmente, se requiere que los presupuestos sean orientados a ejecutar políticas públicas y no a programas ocurrentes solo para seguir haciendo lo que los funcionarios piensan sin la participación de los ciudadanos. Pero si estos no participan, no proponen y no se comprometen, entonces todo cambiará para seguir igual.
* Ex Rector de la Universidad Autónoma Chapingo