La guerra por la dirigencia nacional priista, que deberá renovarse en los primeros meses de 2019, para elegir a un presidente o presidenta del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) y sus secretarías, que conducirá al ex partidazo hasta 2023 y tendrá en su responsabilidad los comicios intermedios del sexenio lopezobradorista, entre otros, se refleja ya en Puebla, con la división de los grupos que han dejado ver que el pleito será sin cuartel y a navaja limpia.

De ahí que el grupo rebelde del Partido Revolucionario Institucional (PRI) poblano, que hace un par de semanas publicó un desplegado contra las componendas de las dirigencias estatal y nacional con el morenovallismo, terminará pronto como un recuerdo, pues incluso dentro de éste hay distintas corrientes, tendencias y estilos, tan dispares como sus orígenes e intereses.

Un sector no tan representativo de aquellos 36 conspiradores que firmaron el texto en el que fustigaban al dogerismo y su entrega por intereses personales al proyecto del ex gobernador y su esposa, se reúne este lunes en la Ciudad de México con el secretario de Acción Electoral, José Reyes Baeza Terrazas, quien buscará —así se prevé—, llamarlos al orden y al apoyo a la presidenta nacional Claudia Ruiz Massieu, a Javier Casique Zárate, presidente estatal, y de paso a María del Carmen Paloma Guillén Vicente, quien en los próximos días volverá como delegada del CEN.

La reunión no arrojará nada en concreto, sino las clásicas promesas de “inclusión, apertura y construcción de la unidad”.

Lo cierto es que el priismo poblano vive en estos días un proceso de dispersión de fuerzas, las que se preparan a aterrizan en el terruño, la pelea que se librará por todo el país por la dirigencia.

Entre los poblanos, hay claridad de que las huestes del ex subsecretario Juan Carlos Lastiri Quirós y el ex delegado Juan Manuel Vega Rayet se la jugarán con Miguel Ángel Osorio Chong, hoy senador y aspirante a la dirigencia del tricolor.

Con Ulises Ruiz Ortiz están el marinismo y otros grupos y la punta de lanza de la campaña del ex gobernador de Oaxaca en Puebla es el ex candidato a diputado federal, Ramón Fernández Solana, quien en esa línea dura e insurrecta se mueve como pez en el agua.

Con la corriente orgánica, que esperará las definiciones y que respalda con ojos bien cerrados a Ruiz Massieu Salinas y al recién estrenado secretario General, Arturo Zamora, está el dogerismo en pleno, pues es en esa zona de confort en donde garantiza su preeminencia en Puebla.

No hay que perder de vista que, ya en 2019, cuando la hoy preparatoria batalla esté en todo su apogeo, ya no habrá un presidente de la República priista que meta en cintura a los contendientes, ni siquiera un líder moral que cohesione a los grupos.

La mayor muestra de que el CEN espera que Puebla se convierta en uno de los estados que vivan este proceso con mayor beligerancia es el regreso de Paloma Guillén, quien ya fue delegada en los últimos tiempos de esplendor y en la caída del tricolor en el estado.

La hermana del subcomandante Marcos es terriblemente brava, claridosa y de mecha muy corta. Son legendarias las regañizas que les ponía a los priistas poblanos, sin que nadie chistara.

El pleito va en serio.