La crisis en el PAN poblano va más allá de lo que sus propia líder imagina. Los conflictos internos y los yerros constantes han agudizado la grave situación que vive el partido que hace apenas unas semanas tenía frente a sí, seis años más de poder político y financiero.

Dice el refranero que “no hay peor ciego que el que no quiere ver”. Y eso es exactamente lo que le sucede a Genoveva Huerta, quien no asimila el estado terminal en que se encuentra Acción Nacional.

Para no ir lejos, este viernes fueron convocados por la dirigencia estatal 35 líderes blanquiazules a una reunión con el nuevo delegado del CEN del PAN en Puebla Héctor Larios, un mes después de la primera reunión celebrada en el hotel MM en la que panistas tradicionales y morenovallistas —de dientes para afuera — fumaron la pipa de la paz.

¿Qué tan mal andarán en Acción Nacional que en la lista de los 35 convocados, aparece el ex presidente municipal de Tecamachalco, Inés Saturnino?

Es difícil saber qué es peor, si analizar la lista de invitados; o si revisar los nombres de quienes simplemente, no llegaron.

Vayamos a la primera.

Antonio Vázquez, Augusta Rivera, Blanca Jiménez, Eduardo Rivera, Fernando Sarur, Francisco Fraile, Genoveva Huerta, Guillermo Soto, Guillermo Velázquez, Humberto Aguilar, Inés Saturnino, Israel Mancilla, Jesús Giles, Jesús Zaldívar, Jorge Aguilar, Jorge David Rosas, José Contreras, Juan Carlos Espina, Juan Carlos Mondragón, Leonor Popócatl, Luis Paredes, Mario Riestra, Mercedes Aguilar, Miguel Ángel Huepa, Mónica Rodríguez, Myriam Galindo, Pablo Rodríguez Regordosa, Rafael Micalco, René Lezama, Roberto Grajales, Rocío Aguilar, Rubén Garrido y Verónica Sobrado.

Sí se analiza la distante condición de nivel entre los convidados, nos puede hacer entender la razón de tantas ausencias.

No es casual que Genoveva y Larios se quedaran esperando a los personajes más representativos del panismo local y salvo un par de excepciones, tuvieron que sesionar con la pura pipitilla.

A la reunión no llegaron Eduardo Rivera, Humberto Aguilar Coronado, Rafael Micalco, Jorge Aguilar Chedraui, Mario Riestra, Roberto Grajales y Juan Carlos Mondragón.

Con estas ausencias, lo que se haya tratado en la reunión, pasa a segundo plano.

Es evidente que la recomposición del PAN le queda muy grande a Genoveva, quien fue “elegida” presidenta bajo condiciones muy distintas, en las que al igual que en su momento Jesús Giles, su función sería la de acatar y dar seguimiento a las instrucciones de Rafael Moreno Valle.

El problema se agrava cuando al nulo liderazgo de la presidenta local, se suma el de Marko Cortés, quien fue sometido por el grupo morenovallista en el cabildeo por la gubernatura interina y chamaqueado por el gobierno federal.

Sin duda, Cortés es el líder más débil en la historia reciente del panismo, en donde su falta de mano dura lo ha convertido en un objeto decorativo en el CEN del PAN.

Así las cosas, los panistas antes de pensar en un candidato que pueda competir por la gubernatura, primero deberán encontrar un líder estatal que pueda unir a los grupos blanquiazules.

Que por cierto, quienes parten de un simplista análisis en el que dividen al PAN entre yunques y morenovallistas se equivocan.

Entre el morenovallismo existen hoy cuando menos 5 subdivisiones; y entre los panistas tradicionales, varios más.

Por este complejo desmoronamiento, es que resulta imposible encontrar al que tome el timón de este barco semi hundido y lo lleve a tierra firme.

Pero lo que es un hecho irrefutable, es que Genoveva no es esa persona.

Y en consecuencia, salta la pregunta:

¿Serán capaces en el PAN de retomar el rumbo perdido?

Veremos y diremos.