Al final, el PAN en Puebla perdió todo la tarde del 25 de diciembre de 2018 antes, durante y después de los funerales de estado que se le rindieron a Martha Erika Alonso y a Rafael Moreno Valle. No había terminado la ceremonia luctuosa cuando el morenovallismo comenzó a arrebatarse un poder que habían perdido unas 24 horas antes.
Ese día se generó el llamado Grupo de los Tres —Luis Bank, Eukid Castañón y Roberto Moya—, intentaron cada uno, jalar agua para su molino y el resultado fue una fractura irreparable.
Los panistas ese día no sólo perdieron a sus líderes, sino también dejaron que les arrebataran la oportunidad de seleccionar a un integrante de su partido político para postularlo como gobernador interino, una acción que se reflejaba en mantener las llaves de Casa Puebla.
En esos momentos, finales del año pasado, el panismo poblano se replegó, murieron de nada, no supieron ni a qué le tuvieron miedo y no pudieron o no quisieron exigir a las autoridades locales y nacionales una verdadera investigación sobre el accidente donde fallecieron los dos exmandatarios y otros tres acompañantes.
No se escucharon voces de los llamados yunquistas, tampoco las de los neopanistas ni las de los morenovallistas. Le apostaron a las vacaciones decembrinas antes que unirse y tratar de mantener a flote a un partido que durante 8 años ostentó el poder en Puebla.
Los meses subsecuentes, pese a que se sabía que enfrentarían una elección, no fueron diferentes. Los poblanos fueron abandonados a su suerte. Marko Cortés, el líder nacional del PAN clavó una cuchillada más al elegir a Enrique Cárdenas como su candidato a la gubernatura de Puebla, un aspirante que entre otros negativos demostró su aversión al Partido Acción Nacional, tuvo que retractarse de gran parte de su discurso ideológico y que al final utilizó la candidatura para fortalecer su movimiento político de Sumemos antes que para unir al partido blanquiazul.
Para los panistas en Puebla no bastó conocer las grabaciones de la Torre de Control ni tampoco el dictamen del pasado 7 de junio donde la SCT informó que los rotores y motores, entre otros, se encontraban en perfecto estado antes del desplome.
En el Senado de la República la situación tampoco fue muy diferente, los panistas poblanos que se quedaron sin líder de bancada tampoco se hicieron escuchar; más allá de la Comisión que presidió Nadia Navarro, poco o nada se hizo.
El dictamen que surgió cinco meses y medio después del accidente debió ser un detonador para que Genoveva Huerta, la presidenta en Puebla del PAN, levantara la voz; pero nuevamente los panistas se quedaron callados.
Tuvieron que cumplirse seis meses y tuvo que circular una columna periodística, para que los panistas se envalentonaran.
Irónicamente ni los datos duros ni los trágicos acontecimientos ni las grabaciones ni las declaraciones de los familiares de los deudos fueron suficientes para que Genoveva Huerta se armara de valor y exigiera una investigación a fondo.
Por separado, Javier Lozano se hizo de los reflectores y arremetió contra el gobierno federal pero también cuestionó al PAN —donde militó varios años—, por no exigir resultados de una investigación que continúa empantanada. En su singular estilo expresó: “No tienen madre, no es posible que a seis meses no haya nada de información del desplome del helicóptero en el que viajaba Martha Erika Alonso y Rafael Moreno Valle”.