Es una pena que el matrimonio Moreno Valle-Alonso Hidalgo no esté físicamente para defenderse de la acusación de haberse robado la elección en 2018, como lo subrayó Miguel Barbosa, en Huejotzingo, el miércoles 9, frente a un auditorio abarrotado.

Lo es también hurgar en un episodio traumático del pasado reciente sea tan doloroso como el que ocupó la opinión general, reacia a procesar duelos colectivos como es el caso. Sobre todo porque subraya una apuesta general por el olvido.

La pérdida de una vida humana es una tragedia, se trate de quien se trate. Tan desafortunada la caída del helicóptero que provocó la muerte de la pareja que apuntaba a una monarquía a la mexicana; la tripulación a cargo de Roberto Coppe y Marco Antonio Tavera, y del asistente Héctor Baltazar.

Lo fue también la del niño José Luis Alberto Tehuatlie Tamayo, abatido en julio de 2014 por una bala de goma en un desalojo ordenado por el gobierno del difunto; o de Delfino Flores Melga, que murió dentro de un reclusorio en Puebla a los 90 años de edad un mes antes de que cayera con exposición de masa encefálica el niño Tehuatlie, en junio de ese mismo año.

Las muertes de los menesterosos, en ese 2014, no tuvieron la misma indignación, resonancia y reclamo de actores influyentes en México, como el ex presidente Felipe Calderón Hinojosa; los articulistas en la Ciudad de México que decidieron voltear la mirada a otros escenarios noticiosos en ese periodo convulso y cruel; o la postura del Partido Revolucionario Institucional, que por esa época permitía cualquier exceso del grupo de Moreno Valle.

Frente al reclamo por haber invocado un castigo divino que terminó con la existencia del poderoso matrimonio, hay también una posición convenenciera en unos; y mustia en otros. Prefirieron la comodidad del silencio cómplice ante el crecimiento desmedido de un sistema político basado sobre pilares de megalomanía, plutocracia, y arranques dictatoriales.

También es una lástima que quienes hoy escriben lisonjas al nuevo gobierno hayan desoído o reído de las pruebas documentales que la Universidad Iberoamericana ofreció en el estudio ‘Inconsistencias graves en la elección de Gobernador en Puebla’, coordinado por Miguel Reyes.

El análisis técnico no admite duda porque ofrece detalles de la forma en la que se instrumentó un milimétrico y complejo mecanismo para alterar la elección de 2018. Si acaso, dejó pasar los hechos de sangre e intimidación que grupos violentos al servicio del régimen de Moreno Valle actuaron sin pudor el día de la elección, sin que nadie resultara detenido.

Los vocingleros de hoy fueron mudos en el pasado. Muchos de quienes prefirieron callar, ignorar o disimular sobre los latrocinios de un sistema que se resiste a caducar lo hicieron por conveniencia propia, económica o política. La dádiva, el acuerdo oscuro fue moneda de cambio del que ahora, también se apuesta por el olvido.

La expresión de Miguel Barbosa el miércoles de la semana pasada fue una imprudencia política que lo tiene sin cuidado, según se desprende de la nueva declaración hecha el viernes al salir del informe de gobierno municipal en Teziutlán, cuando dijo que pueden esperar sentados a quienes demandaban una disculpa pública.

Una virtud tiene sin embargo, el ariete declarativo de Huejotzingo: Permitió ver con claridad que la simulación general y las vestiduras rasgadas son inherentes a una sociedad omisa y manipulable, de memoria corta y, al mismo tiempo, una clase política acomodaticia y convenenciera.