En la lógica elemental de una desmemoriada Genoveva Huerta y del diputado renegado de Morena, Héctor Alonso Granados, dos veracruzanos que ganaron espacios en el escenario público en Puebla como el historiador y cronista Pedro Ángel Palou Pérez y Luís Maldonado Venegas, serían personajes espurios a quienes se les debe retirar las prendas académicas y políticas que cada uno cosechó en su respectivo ámbito.
Veamos: Palou Pérez nació en la ciudad de Orizaba, Veracruz en 1932 y llegó a ostentar el grado de Doctor Honoris Causa por la Universidad Iberoamericana, en Puebla... Vaya escándalo.
Maldonado Venegas nació en el Puerto de Veracruz en 1956 y entre otros muchos logros políticos, fue consiglieri de Rafael Moreno Valle, a quien la panista debe hasta el chequecito que recibe como aviadora docente en el sistema de enseñanza pública.
La política de traspatio termina por unir extremos opuestos, en medio de locaciones bizarras como la que envuelve a estos dos personajes a quienes se les terminaron los argumentos.
No sólo eso. Parecen ignorar que así como llegaron hombres notables de Veracruz a Puebla, también ocurrió a la inversa: El Flaco de Oro, Agustín Lara decidió quedarse en la Cuenca del Papaloapan; el escritor Sergio Pitol Deméneghi lo hizo en la capital veracruzana. Nadie nunca echó en cara su origen porque hicieron aportaciones fundamentales en sus respectivos ámbitos.
No existe registro alguno de que el rebelde diputado local del presente haya incendiado con su discurso de fuego la pradera local plagada de fuereños con los que gobernó el panista muerto el 24 de diciembre de 2018, cuando Elba Esther Gordillo lo hizo diputado por Nueva Alianza.
En cambio, sí repartió propaganda negra en contra del ex candidato del PRI en 2010, Javier López Zavala por ser originario del estado de Chiapas.
En su impronta declarativa, Alonso Granados y Huerta Villegas terminaron por unir criterios cuando cada uno con su tono y estilo descalificaron la oriundez de Gabriel Biestro, el presidente de la Junta de Coordinación Política a quien llamaron diputado veracruzano y “nacido en el DF, luego en Jalisco y ahora en Xalapa”.
El punto no es la diatriba política y ordinaria en contra de un legislador cuyo pecado es no haber nacido en territorio poblano, sino el gesto xenofóbico que encierra el discurso de cada uno de ellos y que abona al odio y el estigma.
Hoy son los veracruzanos y más tarde serán los oaxaqueños y chiapanecos; luego los negros, homosexuales y lesbianas.
Un poco de lectura de la historia no les haría nada mal a estos dos políticos con visión binaria. Conocer las atrocidades provocadas por los discursos de odio de líderes radicales que apostaron por la supremacía de razas en el viejo mundo ayudaría a no hacer el descomunal ridículo público. La gente no es estúpida, deben saberlo.
Se los sugiere el autor de la Parabólica.Mx que desde hace dos décadas migró de Veracruz a Puebla para construir una familia que ha abrazado lo mejor de las dos culturas.
No vaya ser que con la furia xenófoba de Alonso y Huerta, un espontáneo y estúpido decida reproducir las SS de la Alemania Nazi, condenada por la historia en todo el mundo.