2. Grecia antigua y la tauromaquia
En la mitología griega, Europa era una mujer fenicia. Zeus, enamorado de ella, se transformó en un toro blanco para raptarla: corrió al mar y nadó hasta la isla de Creta llevando a Europa en su lomo. Cuando llegó a la orilla, la violó y del encuentro nacieron tres hijos.
Es decir, para la mitología griega, Europa está estrechamente ligada con un toro. De hecho, a los griegos la constelación de Tauro les recordaba a Zeus convertido en el toro ensabanado.
El toro continuó presente en la mitología griega que narra la historia de tres héroes que pudieran ser los antecesores de los toreros actuales:
- Teseo quien recorrió un laberinto para enfrentar y matar al Minotauro (una criatura con cuerpo de hombre y cabeza de toro) y así liberar a su pueblo de un terrible monstruo que sólo comía carne humana.
- Heracles quien dominó a un feroz toro ensabanado enviado por Poseidón.
- Jasón quien enfrentó y domó a los khalkotauroi, dos toros inmensos con pezuñas y boca de bronce que exhalaban fuego por la boca.
Los toreros son descendientes directos de los héroes griegos. Donde un héroe es un personaje que encarna la quintaesencia de los rasgos claves valorados en su cultura de origen. El héroe posee habilidades y rasgos de personalidad idealizados que le permiten llevar a cabo hazañas extraordinarias y beneficiosas (actos heroicos) para salvar a las personas en peligro. Las narraciones mitológicas se conforman por un inicio casi siempre extraordinario, mediado de diversos conflictos que se resuelven y un evento final en donde el héroe se confronta con su contrario y, finalmente, muere de manera gloriosa para servir de ejemplo al género humano.
Los antiguos griegos veneraban al toro que también estuvo presente en la filosofía. Platón describió el sacrificio de un toro en el diálogo Critias o de la Atlántida.
La Atlántida estaba gobernada por diez reyes, quienes aplicaban las leyes que había dictado su dios Poseidón, escritas en una columna al centro de la isla y que funcionaban como constitución. Cada cinco o seis años, los reyes se reunían para hablar sobre el presente, deliberar sobre la situación de la Atlántida y evaluarse/juzgarse a ellos mismos. Explicaba Platón que, en el acto culminante de aquellas reuniones oficiales, ofrecían en sacrificio a un toro.
El rito funcionó durante muchas generaciones. Los atlantes sabían que manteniendo la amistad y la virtud aumentaban sus riquezas siempre que permaneciesen fieles a la naturaleza divina. Pero en un momento dado de su historia, el temperamento humano los dominó y se volvieron arrogantes, codiciosos y sacrílegos. La Atlántida cayó en una era de fanatismo materialista, corrupción de la virtud y desprecio de la ley. Platón comenta:
Entonces fue cuando, viendo Zeus, el dios de los dioses que gobierna según las leyes de la justicia y cuya mirada discierne sobre el bien y el mal, la depravación de un pueblo antes tan generoso, y deseando castigarlo para que volviera a la virtud y la sabiduría (Platón, Obras completas. Aguilar, Madrid. 1966, p.1217).
Las referencias a la mitología y a la filosofía griega nos ayudan a entender valores y virtudes que los toreros heredaron de los antiguos griegos. Los toreros defienden artísticamente valores como la valentía, el sacrificio, la belleza y la grandeza. Lo hacen a través de virtudes intelectuales como la astucia humana que vence a las fuerzas de la naturaleza. También de virtudes morales como el valor y dignidad, para enfrentar el peligro en público; el dominio de sí mismo, del cuerpo, de las reacciones instintivas y de las emociones incontroladas; la lealtad para con el adversario; y la solidaridad con los compañeros ante el peligro, lo que exige, sacrificio de la propia persona.
La próxima semana: Los toros y la cultura española.