Los feminicidios de Ingrid Escamilla y la menor Fátima colocaron en la mira un tema ampliamente conocido y de suma urgencia por atender. Las marchas por el Día internacional de la mujer y el movimiento “Un día sin nosotras” lograron un alcance sin precedentes al unir miles de voces que reclaman, más que nunca, un alto a la violencia de género.
Las cifras no son discretas, precisamente en aquellas fechas, el 8 y 9 de marzo, se registraron 21 asesinatos de mujeres en México, lo que significa un promedio de 10 feminicidios al día, según documentó El País. Mientras, en Puebla, en los primeros meses del año suman más de 20 casos. Los últimos registros corresponden, a dos mujeres que, la misma noche, fueron asesinadas a balazos por sus parejas, en Coronango y Hacienda Santa Clara, en la capital.
Pero, tras las numerosas protestas, ha quedado pendiente verificar con ahínco las acciones que desde los diversos niveles de gobierno se han emprendido para enfrentar esta crisis. De nada valen los exhortos, las iniciativas paralizadas, así como los lamentos de legisladores y personajes políticos, si cada día se añaden más víctimas a la lista.
En abril del año pasado, la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres (Conavim) envió un listado de recomendaciones, las cuales se habrían cumplido en su totalidad en el plazo acordado, mientras fue emitida la Alerta de Género en 50 municipios del estado. Penosamente, las acciones implementadas todavía no claras y se carece de una exhaustiva evaluación, necesaria para conocer su alcance, el que hasta ahora, de acuerdo con los números, parece mediocre.
Es tiempo, entonces, desde las diversas voces y desde los diferentes colectivos, generar propuestas concretas y factibles, con capacidad de verse reflejadas en un corto o mediano plazo. De lo contrario, nuestro movimiento correrá el riesgo de quedar solo retratado en las páginas de los medios, para continuar atestiguando más de lo mismo. Precisamente, tras el feminicidio en Ingrid, alumnas de la Universidad Iberoamericana publicaron un “Decálogo concreto”, solicitando a más agrupaciones sumarse a la iniciativa. Habría que considerar opciones semejantes durante la lucha que, lamentablemente, tendrá que seguir.
Dentro del caos mediático algo debe quedar claro. Ni las manifestaciones ni el paro de mujeres tuvieron la intención de generar más rechazo hacia el feminismo ni acrecentar el escepticismo hacia el delito de feminicidio, lo que a estas alturas no resulta más que una necedad. Si fue así, tenemos un grave problema de conciencia social, de prejuicios, empatía y, tal vez, hasta de comprensión de lectura. Estemos o no de acuerdo con las pintas en monumentos o con la ausencia de mujeres en la vida pública por un día, es imposible deslegitimar la causa.
También, es innegable que como sociedad debemos cargar con la responsabilidad que nos toca. Detener la formación del sujeto machista y de los estereotipos de género es y será indispensable para impactar en los números rojos. Hablando, claro está, desde el ámbito micro, desde anular en los niños la supuesta superioridad masculina, los chistes misóginos, dejar de normalizar la violencia de pareja, y evitar juzgar a una mujer por su vestimenta y sus decisiones, en fin.
¿Se nos pueden ocurrir más actitudes que agregar a esta lista? Apuesto que sí. Precisamente, el decálogo de la Ibero proponía “invertir en programas de concientización sobre las consecuencias de la cultura machista”, así como incorporar en programas de la SEP la historia del feminismo, lo que puede ser de gran utilidad. Valdría la pena intentar desestabilizar la violencia de género desde una de sus raíces.