La comunicación durante una crisis es fundamental. Un buen mensaje puede desactivar una bomba política en plena campaña, por el contrario, un silencio puede sepultar a un gobierno entero.
Traigo este detalle a colación porque precisamente esa comunicación está faltando en el gobierno federal durante esta emergencia sanitaria.
Ayer mismo se esperaba con ansias conocer un factor, que desde hace unas semanas se adeudaba. Un número, que se nos dijo, sería variable y por lo tanto se nos actualizaría constantemente para conocer la estimación de cuántas personas en México están contagiadas por el SARS-CoV-2.
El doctor Hugo López Gatell ha explicado una y otra vez que llegada la fase 3 de la epidemia, que es donde nos ubicamos y que se refiere a los contagios comunitarios, resulta imposible contabilizar con exactitud los casos positivos al virus.
Es cierto. En un país de 130 millones de habitantes resulta muy difícil, por no decir imposible, contar adecuadamente a los infectados, máxime porque muchos de ellos, 60 por ciento cuando menos, presentarán síntomas tan leves que ni siquiera llegarán a una consulta médica.
Por esta razón, el modelo Centinela, podría justificarse y hasta podríamos entender que hubiera una cifra real, la que se presenta cada noche, y una negra: la estimación de casos.
Sin embargo, el problema es que se ha tratado de disfrazar la verdadera epidemia en México.
Con el número de casos confirmados se “compite” contra lo que otros países sí han medido. Y ahí comienza el maquillaje de cifras.
No podemos decir que estamos mejor que Brasil, España, Italia, Estados Unidos, India o El Salvador, cuando esas naciones realizan la mayor cantidad de pruebas, mientras en México hacemos exámenes sólo a quienes se aparecen en estados graves en los hospitales.
Tampoco deberíamos medirnos con ellos con las cifras que cada noche se ofrecen, si acaso debiéramos hacerlo con el estimado, sí esa cifra negra que hasta anoche deducimos que supera los 140 mil casos: 104 mil 562 del modelo Centinela, más 23 mil 471 casos confirmados y los que nos falten estimar en estas dos últimas semanas, que han sido las más fuertes.
Pero el estimado real no lo conocemos, aunque se le ha pedido insistentemente al doctor Gatell que nos diga cuál es el factor por el cual se debe multiplicar o cuál es la estimación que tiene la Secretaría de Salud federal.
Después de darle vueltas el sábado y de “hacer tiempo” durante toda una hora ayer domingo, el encargado de informarnos sobre la pandemia en México sólo soltó frases como: “No ponga eso en su nota”, “En la fase 3 ya no es importante el modelo Centinela” y “Nunca dije que existiera un factor”.
Desafortunadamente para los mexicanos las mentiras de los López (Gatell y Andrés Manuel) están generando una falsa idea de que en México “vamos muy bien” y claro está eso se traduce en que una gran parte de la sociedad continúa violando el confinamiento sin temor alguno.
Ya se ha dicho hasta el cansancio que mientras no exista una vacuna, la única forma de evitar los contagios es quedándose en casa, pero grandes grupos sociales insisten en asistir a tianguis o realizar actividades no esenciales porque “vamos bien”.
La realidad es otra. No vamos bien. En la última semana el número oficial de contagios y muertos se ha elevado enormemente. En la Ciudad de México y en Puebla, los hospitales comenzaron a saturarse. El IMSS acaba de anunciar que instalará otro mega hospital provisional en el Autódromo Hermanos Rodríguez, así que no, no vamos bien. Estamos lejos, muy lejos de domar al virus.
Más allá de la violación a la transparencia, el silencio u ocultamiento de cifras, está provocando una desinformación tan grave que desencadenará en la muerte de muchos mexicanos.