Desde que comenzó la emergencia sanitaria por el Covid-19 en México, le he dado cuenta de los conteos, de las decisiones gubernamentales y hasta de lo que considero como desaciertos en la estrategia para afrontar esta pandemia.
Voces de expertos y estudios internacionales también han tenido cabida en los espacios de Intolerancia Diario. Apenas ayer en el programa de Destrozando la Noticia le contaba con cierta preocupación sobre las estimaciones del Instituto de Medición y Evaluación de la Salud (IHME, por sus siglas en inglés) de la Universidad de Washington.
En resumen, el IHME, estimó que dentro de dos meses, el cuatro de agosto, México sumará casi 52 mil muertos. Para hacernos una idea de lo que representa esta cifra, basta imaginar el estadio Cuauhtémoc lleno, pero en lugar de aficionados sufriendo con La Franja, estaríamos hablando de personas que perdieron la batalla frente al coronavirus.
Recientemente un joven marino compartió conmigo su historia desde Veracruz. Antes de comenzar con el relato, recordemos que se trata de personas que diariamente hacen ejercicio físico, que saben controlar su cuerpo, que comen sano y que cuentan con servicios médicos de alta calidad que les permiten llevar un estilo saludable de vida.
Seis minutos muerto
No tengo claro cuando cuándo comenzó todo, al principio ni te imaginas que puede tratarse de este virus tan letal. Todo empieza como una gripa. Después perdí el olfato y gusto, todo lo que comía me sabía a cobre, como a monedas. Al día siguiente llegó la diarrea, en ese punto ya te sientes extraño, pero aún no dimensionas la gravedad.
Llega la debilidad corporal, pero la justificas pensando que es consecuencia de la diarrea que acabas de pasar y tampoco tienes ganas de comer nada, pierdes el apetito. Y “la gripita” que tenías comienza a empeorar, los ojos te lloran y en cuestión de horas comienzas a sentir un dolor, una opresión en el pecho.
Para ese momento ya no crees que se trate sólo de una “gripita”, a la debilidad se suman las fiebres altas, muy altas y comienzas a sentir que ya no puedes respirar, después no sólo es que lo sientas, realmente tu cuerpo no alcanza a absorber el oxígeno por más que te esfuerces.
Quise enlistarte mis síntomas para que la gente esté atenta, porque como te dije, comienzas con molestias muy ligeras, pero en siete días, te vas diluyendo.
Yo fui al hospital cuando ya no podía respirar, reconoce el marino. Llegué a urgencias y perdí a ratos la conciencia. En mi mente hay grandes lagunas de lo que sucedió durante mi estancia. Los médicos me contaron que me tuvieron que intubar.
Para intubarte, lo tienen que hacer contigo acostado boca abajo, porque de otra forma ni con el respirador entra oxígeno a los pulmones.
No sé si me bañaron, cómo me cambiaban los pañales o cómo pasé cuatro noches. Los médicos dudaban que pudiera contarlo.
Al paso de las horas reconocían cierta sorpresa con mi caso. Estando en coma perdí los signos vitales. Estuve muerto seis minutos. Me tuvieron que dar con el desfibrilador para revivirme y después se animaron a colocarme suero y oxígeno, mi cuerpo reaccionó bien.
Me sacaron del coma inducido al cuarto día y comenzó otro tormento. Día y noche, el maldito dolor de la garganta no me dejaba.
Las altas temperaturas siguieron por una semana más, cada día me ponían 4 bolsas de suero y oxígeno. No es cualquier cosa. Todos me felicitaban por la recuperación, se decían sorprendidos, pero yo no lograba sentirme anímicamente bien.
Aún estando en coma, sientes, piensas y se libra una batalla muy cabrona.
No te quiero espantar, pero no exagero es letal y muy agresivo. Ya pasaron algunos días pero no te hablo porque mi voz no es la mejor, aún voy lento con la mejoría.
Si puedes comparte mi preocupación para que exageren las medidas de prevención. Que todos usen cubrebocas, careta y guantes si van a salir. Que dejen los zapatos con los que anduvieron en la calle fuera, que en cuanto regresen a sus casas se cambien de ropa y se metan a bañar.
Aunque lo mejor es mantenerse lo más posible dentro de sus hogares.
Por último te recomiendo que te midas con un oxímetro. Tu nivel, si estás sano, debe ser 98 o puede llegar a 96 si fumaste, pero si baja de eso, aguas.