Hace dos semanas que Sara y Luis, dos profesionales de la salud en el área médica del Instituto Mexicano del Seguro Social de La Margarita resultaron positivos de Covid-19. Con la confirmación llegó el miedo por la vida misma, la incertidumbre por el probable contagio familiar y lo que siguió: todo un calvario.
Nada valió, ni la condición de ser personal médico ni haberse infectado del virus. No obstante haberse comprobado el cuadro clínico, se les hizo firmar de manera presencial incapacidades médicas consecutivas junto al resto de población derechohabiente sin medidas de prevención.
Como se verá más adelante, la constante en el IMSS y en el Instituto de Seguridad Social al Servicio de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) es el sacrificio de los suyos por la negligencia de sus funcionarios.
Por ello es una pena que el cuidado y atención que recibió el director general del IMSS, Zoé Robledo, quien recién anunció su regreso a la actividad laboral tras un periodo de confinamiento por probable caso de virus, no sea el mismo que esa institución dispensa a los derechohabientes y sus trabajadores, expuestos al mismo riesgo.
Los caos de Sara y Luis no son los únicos y representan el ejemplo de la falta de empatía y solidaridad en medio de la pandemia que azota en estos días a todo un país que sólo este fin de semana reportó más de mil muertos.
Y sorprende pues cuando en febrero fue designada, la nueva delegada María Aurora Treviño García ofreció trabajar para “recuperar la salud en el máximo grado de crisis”.
El personal del IMSS no sólo es víctima de la altanería despótica de Treviño García, sino de la omisión del líder sindical, Sergio Herrera Vázquez, permanentemente enfrentado con grupos políticos opositores en el gremio, pero incapaz para proteger al gremio que debe representar.
No es muy distinto de lo que sucede en la delegación del ISSSTE. La semana previa el área de prensa envió un torpe comunicado que intentó desmentir información publicada por Parabólica.mx sobre la existencia de los casos de Covid-19... y terminó por confirmarla: existía al menos un caso positivo y otro en proceso.
El delegado, Rodrigo Ramírez Rangel, que ha que ha relegado toda la tarea a un carcelero repudiado por probables actos de corrupción del que esta Parabólica se ocupó la semana pasada, opera con base en la mentira y el engaño.
El miércoles 17 de junio se realizaron 15 pruebas rápidas y el resultado fue que dos trabajadores administrativos dieron positivo, del que hasta este momento no han informado.
Hubo un torpe intento de entregar caretas de acrílico sólo para la foto oficial, sin embargo el personal no se prestó a una nueva farsa. La intención de la oficina del delegado era ofrecer la idea de que el trabajo se hace con protocolos establecidos por el propio el Consejo de Salubridad General, una falacia.
Así, sin protección alguna, el área de prestaciones sólo dispone de dos personas para atender en promedio al día a unos 100 derechohabientes. Justo se trata de la oficina en donde dieron positivo de Covid-19 los trabajadores a quienes también se les ha hecho regresar para volver a hacerse la prueba o para firmar incapacidades médicas.
Las áreas de la salud en el ámbito federal, al menos en Puebla, están llenas de ineficiencias en general, pero también se trata de una evidente ausencia de empatía con sus propios colaboradores, sometidos permanentemente a la insensibilidad federal que contradice al gobierno de la Cuarta Transformación.