Aseguró que no intervendría en la política interior del país, presumió que su vida académica era y continuaría como su prioridad, pero algo cambió en menos de 24 meses.
Ayer se cumplieron dos años de aquella elección en la cual Andrés Manuel López Obrador logró su sueño tras dos campañas fallidas y aunque AMLO se empeñó en ser el tema, lo cierto es que fue su esposa quien le robó el protagonismo en las redes sociales.
Al igual que Marta María Sahagún Jiménez, mejor conocida como Martita, Beatriz Gutiérrez se impuso y dio la nota.
En estos tiempos donde un tuit o un Tik Toc te ponen en el ojo del huracán, la esposa de Andrés Manuel demostró la poca empatía con los padres y los niños que padecen cáncer al responder que no tenía razones para atender a las madres de esos menores simplemente porque no es doctora.
El mensaje que lanzó lumbre en la polarizada sociedad también demostró la nula intención de una mujer por apoyar a otros porque debemos reconocerlo, desde el lugar que actualmente ocupa, le guste o no, bien podría remitir el tema al titular del DIF. Bastaría que ella arrobara a cualquiera de los funcionarios públicos federales para que de inmediato los padres de quienes luchan la guerra contra el cáncer, fueran debidamente atendidos.
Beatriz Gutiérrez dice que no interviene en la política del país y entonces cómo se explica que con un tuit haya logrado que se cancelara un foro sobre racismo, se le corriera a un youtuber de HBO, se le exigiera su renuncia a una mujer brillante del Conapred y en el colmo se desaparezca al Consejo; todo por un apodo.
¿Ese es el nivel de la “no primera dama” que nos merecemos?
Es cierto que en México se vota por un ciudadano o ciudadana para ser titular del Poder Ejecutivo y que este cargo, pese a intentos como el del matrimonio Fox-Sahagún, sólo recae en una persona, pero tampoco podemos ignorar que las pláticas en la alcoba de Palacio Nacional repercuten en la vida pública del país.
Bien haría la “no primera dama” en ofrecer las disculpas, esas que tanto exigió a un comentarista. Los padres y madres de los niños que por la política de austeridad se han quedado sin los medicamentos para continuar los tratamientos contra el cáncer, las merecen y si no es mucho pedir, ya de paso y como acto de buena voluntad, que se concrete una reunión con los funcionarios de primer nivel para que atiendan las legítimas peticiones.
Dos ejemplos de primeras damas
La figura de la Primera Dama en México lamentablemente se desvirtuó por los excesos de algunas esposas de ex presidentes como Carmen Romano de López Portillo, Martha Sahagún o Angélica Rivera, sin embargo hay que resaltar a dos figuras que fueron más allá del título.
Las nuevas generaciones no recuerdan los nombres de Eva Sámano de López Mateos, o María Esther Zuno de Echeverría, quienes se enfocaron en la atención a las niñas y niños del país con la creación y el impulso del Instituto Nacional de Protección a la Infancia (INPI).
Por cierto, gracias a esa institución, hoy México cuenta con un Instituto Nacional de Pediatría.
Ambas mujeres sencillas, que no presumieron de doctorados en letras pero dieron cátedra de humanismo, tuvieron como prioridad la atención a la niñez, crearon refugios e impulsaron programas de alimentación básica como los desayunos escolares.
En el caso de María Esther no le gustaba que le dijeran señora, su cercanía con el resto de los mexicanos llegó al grado que pedía ser nombrada como “compañera”, y hay quien recuerda que en 1988 llegó a Puebla acompañando a Hortensia “Tencha” Bussi de Allende, y mantenía la misma sencillez. Aunque los tiempos son muy diferentes, ella jamás tuvo que salir en la defensa de su esposo, no le restó autoridad, ni opacó sus momentos, fue en sí, toda una dama.