Cada vez que hay temas para algunos espinosos, pero que en el siglo XXI debieran ser normales, como la despenalización del aborto o los matrimonios igualitarios, surgen las voces de la derecha disfrazadas de católicos, mismas que salen a condenar, y en ocasiones a pedir la ex comunión de políticos como ocurrió en la época de Juárez, quien por cierto, después de ser excomulgado entró a la iglesia para el casamiento de su hija.
Llama la atención el mensaje del Consejo Diocesano para el Apostolado de los Laicos de la Arquidiócesis de Puebla (CODAL), que agrupa a los movimientos, apostolados, asociaciones y grupos de laicos católicos, donde hay descendientes de los grupos radicales de los años cincuenta y sesenta que intentaron iniciar una Guerra Santa, en esa ocasión por el miedo al comunismo.
Lo que no se entiende es que mientras el Papa Francisco ha señalado el respeto a las leyes civiles, dejando en claro que la Iglesia no va a cambiar el concepto de matrimonio, pero prácticamente señala la frase “Al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”, haya quien interprete a su conveniencia, sus declaraciones.
Lo que se va a aprobar, posiblemente en la sesión del martes en el Pleno del Congreso del Estado, es resultado de un ordenamiento de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que determinó declarar inconstitucional el Código Civil del Estado de Puebla por no considerar los matrimonios igualitarios y mantener el antiguo concepto de “un hombre y una mujer”.
Por unanimidad los ministros de la Suprema resolvieron a favor de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, quien presentó su inconformidad por la redacción del artículo 300 del Código Civil de Puebla, que actualmente establece que la figura del matrimonio solo puede ser la unión de un hombre con una mujer.
Los ministros también anularon el artículo 294 del mismo ordenamiento, que determinaba como fin del matrimonio “perpetuar la especie” y “para ayudarse en la lucha por la existencia”, pues consideraron a estos preceptos como “violatorios de los principios de igualdad y no discriminación”, según un comunicado de la SCJN.
Los derechos humanos, que no deberían estar a discusión en este siglo, padecieron en Puebla. Colectivos, académicos, ONG’s y activistas, pidieron por años que los diputados hicieran su tarea y legislaran para darle los mismos derechos a todas las personas pero no, los representantes de esta y otras legislaturas, simplemente los ignoraron, por lo cual el tema escaló hasta los niveles nacionales.
Durante todos esos años, al menos cinco, los grupos de “laicos católicos” no levantaron la voz, tampoco protestaron ni se pronunciaron cuando se revelaron casos como el del Padre Marcial Maciel, Nicolás Aguilar, y otros tantos representantes de la iglesia que han sido señalados por abusar sexualmente de menores de edad.
Para los mochos resulta un pecado mortal que se casen por amor dos personas del mismo sexo, pero no les parece tan grave que a un menor lo violen, abusen de él o le destruyan la vida utilizando “El nombre de Dios”.
Ni más ni menos.
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