A ver si entendí bien: ¿Qué el matador Miguel Ángel Perera pretendió registrar como propiedad intelectual una faena? O sea, ser tantos y parió la abuela. Cada vez nos la quieren poner más difícil a los aficionados. Es decir, por ejemplo, que al ser propiedad intelectual, ¿quedaría protegida frente a toda reproducción y habría que pagar derechos para verla en YouTube, por decir un medio? Del fondo de mis mexicanísimas entrañas me brota el asombro explosivo hecho frase, “hazme el chingao favor”, me digo a mí mismo.
La solicitud de registro, acompañada de un libro con comentarios y la evidencia en video, se presentó con el título: Faena de dos orejas con petición de rabo al toro “Curioso”, número 94, de peso 539 kilogramos, nacido en febrero de 2010 en la ganadería Garcigrande. Feria de San Juan de Badajoz, día 22 de junio de 2014.
El diestro extremeño triunfó en plan grande y se entiende que la faena fue de clase superior. El caso y la cosa fue bordarla por aquí, e ir a inscribirla al Registro de la Propiedad Intelectual de Extremadura por allá. La dependencia no lo consideró viable y el diestro presentó una demanda, pasando por el Juzgado de lo Mercantil de Badajoz y por la Audiencia Provincial de Extremadura, hasta llegar a la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo, que ha fallado diciendo que sí, pero no: Sí es arte, pero no es propiedad de nadie.
La cuestión tiene aristas filosas. El matador Perera enfatiza que el toreo es un arte y la faena una creación artística, por lo tanto, como creador reclama los derechos de propiedad intelectual y la facultad de gozar de las regalías que merece su inspiración, esfuerzo, talento, preparación y lo que ustedes gusten. Por su parte, el Tribunal que le ha dicho que nelsón, niguas, nou y nop, esgrime que en dicha obra intervienen componentes aleatorios imposible de repetirlos; además, los magistrados refutan que debe haber un objeto original que constituya una creación, como en una coreografía lo son los movimientos preestablecidos. Pero en la coreografía hay una obra palpable que se llama guion. A su vez, otro de los impedimentos son las dudas que genera la creación artística, porque el matador Perera no inventó los lances y los pases que dio en la confección de la faena.
El asunto es más complicado que un libro de cálculo integral. No me explico si el pretender el registro fue una puntada, reclamar un antecedente histórico, una forma de hacerse publicidad o, de verdad, intentar obtener ganancias de aquellos que reprodujeran el video de la faena. Aunque, pensándolo bien, el que este artículo firma no pagaría un solo peso por ver una faena a un toro de Garcigrande, como si sufragaría en oro por admirar las faenas a “Pobretón”, “Playero”, “Mosquetero”, “Director”, “Gastoso” y “Carcelero”, de Victorino Martín, lidiados por Francisco Ruiz Miguel, Luis Francisco Esplá y José Luis Palomar, ustedes saben de qué corrida hablo.
Total, que me quedo con los ojos cuadrados y más perdido que un novillero haciendo su debut de luces en Las Ventas. La gente del toro nunca dejará de sorprenderme. Un registro pero de qué, ¿de un recuerdo?, ¿de la emoción que una tarde creció como un incendio? ¿de un video? Sólo esto último podría ser viable, sin embargo, ya no sería el registro de una faena, sino de la grabación, procesamiento y creatividad en imágenes mostrando la interacción de un toro y un torero.