Me siento como perro en columpio, como rehilete en huracán. Las emociones arremeten con enjundia, me es difícil interpretar este loco juego. Es como si el papel de Superman que he jugado toda la vida lo tiraran a la basura y ahora tuviese que interpretar al “Sombrerero Loco” de Alicia en el País de las Maravillas. Sin embargo creo que en realidad, este último es mi papel verdadero, al menos eso es lo que pienso que perciben mis serenos y equilibrados cuates.

Lo que hoy me mantiene de pie es que en toda mi larga y chisporroteante vida he sabido que soy y he sido un niño soñador que puso el amor por la vida y el respeto hacia la creación por encima del poder, del éxito y la fama que en un tiempo busqué rabiosamente y, lo único que esto me trajo fueron vacío y achaques sin fin ¡Ah! el ego, ese ego que te enreda haciéndote creer que la Pirámide de Maslow es verdad a seguir, esa pirámide que te invita a trepar por encima de todos y de lo que sea para llegar al poder que es el último y único objetivo del hombre, ignorando que si se llega hasta la punta ha sido “gracias” al trabajo de los demás que dejaron el esqueleto por el triunfador.. ¡Ah!, el ego.

Creo que, por eso estamos como estamos. Si a esto que hoy padecemos se la puede llamar estar, porque yo ya no sé si estoy o no estoy, ni donde estoy ni adonde voy; aunque si sé de donde vengo y para que he venido.